sábado, 15 de agosto de 2009

El día de la Sexi Virgen

Hoy es el día de la Sexi Virgen, es decir, el de la patrona de mi pueblo, perdida y hallada en un pozo que, casualidades de la vida, estaba justo al lado de la casa de mi abuela materna, Mama Ángeles, o simplemente Mama, y para mi madre Mamaíca. Si por algo se caracteriza la villa sexitana es por el surrealismo de los nombres de sus cosas, y la Sexi Virgen no podía ser una excepción ¿Cómo podría llamarse una virgen encontrado en el pozo de la Calle Nueva? Está claro como el agua que no había en el pozo: Virgen de la Antigua ¿Por qué? …
De todas formas, tenemos que celebrar que la persona encargada de ponerle nombre a la patrona (no entiendo por qué no matrona), no fuera el lumbreras que se devanó los sesos con la nomenclatura de esas tres formas rocosas que te acompañan por todo sexi (y por todo el mundo, porque nosotros llevamos nuestros peñones en el alma, grabada a fuego ¿o a mar?). El caso es que el increíble intelectual hiperilustrado que puso nombre a las tres rocas, decidió exprimir al máximo su creatividad y pensó:
- Tengo que buscar algo que impacte, que quede en la memoria. Veamos, son tres, bien. Uno, está coronado con una cruz… el otro está justamente al lado con unos cuantos metros de separación, es más pequeño…y el tercero está aún más cerca del horizonte, es todavía más pequeño… Los tres están en línea…¡oh, Palmera! –dijo parafraseando al fundador de Al-andalus- ¡Lo tengo! El que tiene la cruz, se llamará Peñón del Santo, el que está en medio se llamará Peñón de en medio y el otro Peñón de Fuera.
Y así fue cómo nuestros tres hermosos peñones fueron nombrados. Surrealismo puro, brillantez inexpugnable.
Como decía, hoy es el día de la Virgen, con su idiosincrasia:
1. Comprar comida para comer hasta reventar durante tres días para quejarte durante un mes de todo lo que has engordado (tres o cuatro kilos que luego adelgazarás para recuperarlos y sumarles otros dos en navidad)
2. Quedar con tus amigos para seguir comiendo a las dos de la tarde en el mismo sitio de siempre (en mi caso, en los veinte duros), para empalmar con café, helado, cohetes y feria. Si te fijas bien, en estas quedadas todo el mundo mantiene las mismas conversaciones: empiezas hablando de que estás engordando, otra vez, con un calamar frito en la boca, después pasas a que este año las fiestas son una mierda, culpas a Benavides, el alcalde, (personaje que se merece un artículo aparte) y ya empalmas con que además todo está muy caro. Y lo vuelves a decir con el último calamar en la boca, porque estás haciendo espacio para comerte el helado que te preparará para la “hartá” de copas que te vas a dar
3. De camino a todos estos sitios, te encuentras con personas a las que saludas el 15 de agosto y no vuelves a hacerlo hasta el 31 de enero si vas “to peo” o “cocío vivo”
Llega el momento, son las diez y media y los fuegos artificiales están a punto de empezar. Todo el mundo está en la playa, excepto los pijos, “cagones” o “cipotes” que tienen un pisito en el paseo marítimo, de manera que no es necesario mezclarse con el vulgo (y no plebe porque si se dice de alguien que es plebeyo, en sexi es como llamarle pijo, cagón o cipote). Los cohetes se tiran desde una playa a la que, haciendo una analogía con una playa de Cádiz, La Caleta, y consciente de sus escasas dimensiones, el celebérrimo nombrador de cosas sexitanas decidió llamar La Caletilla.
El “Castillo de fuego” ya ha empezado, los niños no paran de llorar, el gentío se retrasa cada vez más temeroso de que el cohete le caiga encima, los perros ladran desesperados y por fin aparece, la frase célebre de todos los días de la Sexi-Virgen:
- “Er cabezúo” (Benavides) “podría haberce buscao otra coza más apañá, toh loh añoh lo mihmo… y la múzica la ehtará escuchando eh porque lo que eh nozotroh na, claro que er sinvergüenza ece ehtará con la muher en en marruecoh, zabe Dioh lo que tendrá ece ahí… Cucha, ya viene la traca finah, ozú cuanto ruío”
Entre tanto, el resto está diciendo lo mismo. Pum, “el último zambobazo”, la gente aplaude y alguien dice:
- Bueno, hahta el año que viene
Y un desconocido contesta:
- Zi Dios quiere, zi Dios quiere

domingo, 2 de agosto de 2009

Penélope y Telémaco

Penélope cruzó el estrecho con Telémaco dentro:
Ulises importa menos que un pimiento,
es más,
lo único importante es un pimiento.

Yo los vi ayer:
ella, con un jarrón por sombrero,´
y él, colgado de la espalda de su real madre,
con su "oncológico" cuello...
sonriendo en el último pase.

Navegando entre la sevillana y la colombiana,
ofrecía ella su talento:
unas costuras recosidas
por un cráneo que, de tan "enjarrecido",
se encontraba en plena planitud.

Él, joya de la cornona,
-más bien de la coronilla-,
presumía de su vigoroso pescuezo
gracias a un tumor hambriento.

Al verlos,
todas,
la sevillana, la colombiana y la de Granada
sonreímos sus gracias.
Sí.
Nos las guardamos en un "clicar" de huesos:
"algo así no puede quedar en la recámara",
pensó la colombiana,
"esto sí que es arte",
murmuró la sevillana,
"haré lo mismo",
concluyó la de Granada.

Flashshshshshs

Vil el clic,
vil el flash,
viles nosotras.

Perversos los píxeles
que reproducen ahora vuestra figura,
indignas las teclas que azotan mis dedos,
ingominiosas mis falanges,
y farsante yo,
que las muevo:
sólo por jugar a ser Homero.

domingo, 26 de julio de 2009

Reconociendo a mi Sexi

Aquí estoy otra vez. No os preocupéis por mí: ya estoy a salvo de esos horribles ataques de tedio que me sobrevenían en éste, mi precioso pueblo. Eso se acabó, ahora disfruto de un hiperestable estado profundo de aburrimiento. No penséis que me estoy quejando, no, gracias a 60 euros semanales de conductismo, he aprendido a ver el lado bueno de las cosas y esta cosa lo tiene. Para empezar, los cambios de humor se han esfumado -acabo de señalar lo estable que es mi ánimo-; la simple presencia del implacable Risto Mejide en la Noria de Telecinco, se vuelve un acontecimiento susceptible de mi mayor interés (incluso mandando a callar a mis padres); mi cotianidad urbanita, se convierte en el paradigma de lo que significa "vivir"...
Precisamente esta tarde he tenido una revelación con respecto a esto último. Lo que hace que, desde aquí, ame tanto esa vida es que me he esforzado y no me he rendido. Así que, teniendo en cuenta que mi problema con mi pueblo es, citándome a mí misma, que "él se empeña en ser mío, en conocerme, pero los dos hemos cambiado tanto que no puedo reconocerlo, ni a mí en su mirada", he tomado la decisión de concocerlo y de compartir ese proceso con vosotr@s, si es que existís.
Como necesitaba fumar para poder escribir esto, he bajado a comprar tabaco, tomando el riesgo más grande que una "mujercilla" almuñequera puede tomar: he entrado al Bar de la Chirrina, bar que, por supuesto, tiene otro nombre pero para qué esforzarte en recordarlo si el lugar es de la ilustre familia de los chirrines?. Como decía, es un riesgo. Pertence a esa clase de tugurio pueblerino al que sólo pueden entrar hombres, pero no cualquier clase de hombre,no, cuanto más sucio, borracho, jugador y putero sea, mejor. Y la verdad no me ha decepcionado. Allí estaban los mejores, las instituciones del vicio almuñequero, a saber:
- El Tablas: pintor de brocha gorda cincuentón, de un prometedor futuro en su oficio, desperdiciado bebiéndose y follándose lo que cobra. Por supuesto, tiene deudas, o trampas (empleando el dialecto atóctono), por todo el pueblo, incluyendo a mis padres en su lista de acreedores. Como tengo cierto parecido con mi hermana (aunque ella es más esbelta), en cuanto me ha visto me ha dicho: "Zuzanilla, tú zabes que yo quiero muncho a tu padre, es un tío de puta madre, pero qué le vamos a hacer, no me habla... tú dicecelo". Yo he respondido, "vale, Antonio" y al ver que no le hacía caso, ha añadido lo que no podía faltar tratándose de El Tablas "pero tú eres una hija de puta que no me quiere". Yo le he dado un golpe en la espalda y le he regalado la mía.
Ah, se me olvidaba: sus hijos han heredado el mote: son los tablillas
- El Ramirico (etimo. Ramírez): éste tiene además la característica de ser uno de los tontos más listos del pueblo. Ha destacado por su participación política, en especial, por su apoyo a todo político que le prometiera trabajo. Hace unos años era fiel de Benavides (de quien hablaremos otro día). Por aquel entonces, Benavides pertenecía al Partido Andalucista, partido que, después de la ocurrencia de un concejal en un pleno, pasó a llamarse "Pata pollo", por lo que el Ramirico, cada vez que me veía, extendía su mano cual pata de pollo para saludarme. Así nos reconocíamos entonces. Este hombre me tenía cariño hasta que la oposición le dio lo que quería, así que hoy no existo para él. Apenas esboza un "niñaaaaaaaaaaaaa", cuando me ve. Hoy ni eso (estaba demasiado ocupado cricando a Benavides)
Si queréis descubrir su talento aquí tenéis una muestra:http://www.youtube.com/watch?v=wuFJqn6VVDI
- El Tato: otro borracho oficial donde los haya. Además es primo mío y al cabrón nunca se le olvida, no importa lo borracho que esté, se acuerda siempre. "Primaaaaaaaaaaaaaaaa", me llama con el brazo en alto, "zuzanilla, pa lo que hemos quedao, con lo que tu padre me ha ayudao...¿Tienes un cigarillo, prima?" Siempre la misma escena y hoy no podía ser menos. El Tato, cuenta mi madre: "tenía un puesto mu bonico en el ayuntamiento, pero lo dehó la muher y se echó a perder.
Qué lástima, con lo bueno que era... los más zenzibles, son los que caen" y, teniendo en cuenta que yo caí sin que ella lo sepa, tengo que decir "zí, mamá".
También hay allí una mesa llena de "hombres cazaores", pero son del Rescate y de Torre Cuevas y no sé quiénes son. Consultaré la enclopedia de personajes almuñequeros, esto es, mi padre, Paco Aragón, cuya sabiduría ha pasado al hijo varón, es decir, a Paquillo Aragón.
Mientras esperaba a que La Chirrina, que no sabe que sus gases corporales no tienen por qué ser compartidos por el resto de la humanidad, me dijera si podía sacar tabaco directamente de la máquina o tenía que "darle al aparato", tres o cuatro hombres de entre cincuenta y sesenta años se acercaron a mí sigilosamente, con la mano en el bolsillo, y con la pierna preparada para salir en cuanto yo me acercara a la máquina (que está justo en la entrada). Por supuesto, podía sacar el tabaco directamente -¿qué loco menor de edad va a entrar ahí? Si se sabe pa' qué-.
Y allá voy, entre el humo de los puros, hasta la codiciada máquina. Hago un amago, para ver que pasa, y como intuía, iban a seguirme; lo vuelvo a hacer y otra vez lo mismo... Pero al fin me muevo y uno de ellos se desmarca tranquilamente. Mientras elijo, se rasca la cabeza dos pasos a mi izquierda, pulso el botón y él despega (literalmente) los pies y ahí estamos por fin, yo agachada y él saliedo a la calle rozándome el culo con la bragueta. No podía ser de otra manera, no podía fallarme.
Cuando salí, celebrando la veracidad de mi vaticinio, mi primo, El Tato, se despidió de mí: "Adióoooooooooooo prima".

Baste este relato desordenado por hoy, pero mañana seguiré con más historia almuñequera, con más historia sexitana. Hablaré de Abderramán I uno de los personajes más importantes que han pisado la llamada entonces Sexi,que es también un personaje fundamental en la creación de Al-Andalus; muestra de su sabiduría, es la genialidad de las primeras palabras que pronunció al pisar Sexi: ¡Oh, Palmera!
Por supuesto, tendréis la oficial y la otra, la del Parnaso.

sábado, 6 de junio de 2009

Ventajas de estudiar

Me he masturbado leyendo a Rimbaud.
Mis delirios, y los suyos,
se han fundido en la esencia de
mi sexo;
He envuelto
cada una de sus vocales
en un orgasmo triplicado y
silenciado por la fricción
de unos incisivos empeñados en
aniquilarme los labios.
De su mano,
disfrazada de la mía.
he sido lasciva, impura y blasmefa.
Pornográfica y perversa.
Su ardor me ha transportado
a la mar
y allí
he nadado con pájaros violetas,
sinestesiados por obra y gracia de
una metáfora desmembrada entre las olas.
Con su aliento, mi pecho,
tan escuálido él,
se ha erguido aplástando el techo,
con la vulgaridad brillante de
un "qué guay",
que me me ha sabido a gloria.
De la absenta de su cielo
.
.
.
Esperad, que viene otra vez

lunes, 1 de junio de 2009

Aviso a navegantes, sin florituras, sin poesía, sin ficción


Hoy ha venido a mi memoria la pregunta que alguien me hizo una vez: “¿Cómo es posible que alguien como tú sobreviva en este mundo?” Y he llorado, y mucho. Pero después he recordado el momento exacto en el que me lo preguntó. Y me he reído, y mucho. La respuesta es clara: porque si no caminara a pecho descubierto, aquella noche no hubiese existido y sin ella tampoco habría existido lo que sentí, porque si no pusiese mi alma a la vista, las hijas del Desinterés no me mirarían con tanto amor ni me confiarían algunos de sus insomnios; sobrevive porque la Heroína Negra ríe conmigo, porque la niña queer que vive asustada, se relaja al besarme en la mejilla, porque el hombre más bueno del mundo me abraza cuando estoy herida y baila conmigo cuando estoy feliz…
Por eso y para eso sobrevivo. Así que, Vida, sigue hiriéndome, sigue rompiéndome el corazón en pedazos, yo ya soy experta cirujana. Desde ya te digo que no me voy a rendir, puedes hacer lo quieras conmigo, que yo me repondré y me rasgaré la piel otra vez para dar todo lo que tenga. Te le juro. Merece la pena. ¡Ah! y gracias por recordármelo cada vez que me clavas el estoque.

Lo mismo de siempre

La mismidad es la misma ave de rapiña que consume a nuestra misma especie al mismo tiempo, al intentar mismamente ser nosotros mismos; al empeñarnos, con el mismo ahínco con el que hacemos la misma dieta todos los veranos, en que siempre nadamos en la misma agua, que es mismamente la nuestra. Por eso tropezamos en la misma piedra, sin percatarnos que es el mismo deseo de ser siempre lo mismo lo que mismísimamente nos hace repetir lo mismo.

Moraleja nº1: Si pronuncias mucho la misma palabra, ésta acaba perdiendo significado.
Moraleja nº2: La misma de siempre
Moraleja nº3: Creo que no tiene, pero la mayoría de las veces acaba sucediendo lo mismo: leéis cosas que yo no escrito.

Diálogos Dis-gregados

Maestro Sabinones dice en la Academia:
- Tenéis que madurar para hacer del nuestro un Estado superior
Contesta Machacónides:
- Maestro Sabinones ¿Qué es madurar? Ya sabe que soy corto de entendederas
Maestro Sabinones:
- Machacónides, creí que había quedado claro en el parlamento anterior, pero daré luz a tu espíritu de nuevo. Madurar es una metáfora ¿Sabes lo que es una metáfora? Originariamente significa: dar sazón a los frutos, es decir, llegar al estado de perfección.
Machacónides:
- Maestro ¿eso lo tenemos que hacer ya?
Maestro Sabidones:
- Por supuesto, amado alumno
Machacónides:
- ¿Y qué me restaría si alcanzo la madurez mañana? ¿Qué sucedería si todos alcanzáramos la perfección mañana?
Maestro Sabinones:
- Machacónides, disculpa la licencia, pero sí que eres corto de entendederas. Estaríamos en armonía con todas las cosas. Los Estados serían océanos de luz que bañarían la Tierra… y… perdona por la vulgaridad pero ¡Seríamos felices, amado alumno!
-Machacónides:
Maestro… eh… explíquemelo otra vez, porque Yo creo que me aburriría en ese Estado
Maestro Sabinones para sí (Ay… este hombre tendría que haber nacido esclavo y yo en el Parnaso)

miércoles, 27 de mayo de 2009

Somerísima demostración de una hipótesis: hacer el amor=arte integral

"Tengo sueño", dices mientras tu amante se quita la ropa. Te pones de cara a la pared, rascándote los ojos, acariciando todo lo bueno que te ha dado el día, guardándotelo en los párpados.
Ahora tienes su espalda en tu espalda, y te acomodas en ella como si en vez de dos cuerpos fuérais dos piezas de un puzzle de amor perfecto. Y cierras los ojos, tranquila: ya está a tu lado...
De repente, una brisa de aire perfumado de placer interminable, se cuela en tus oídos, derramándose hasta llegar al centro de tu voluntad, paralizándola poco a poco, al mismo tiempo que todas las razones para amarla se convierten en una bandada de jilgueros que anidan en tu pecho.
Entonces te giras para susurrarle al oído que la quieres, pero a medida que tu cuerpo avanza, el nido se deshilacha y los jilgueros se desesperan en su desarraigo, reproducièndose con un millón de alas idénticas. El abdomen se dilata para abrigarlos, gggggggggggggggggggggggg, pero ya es tarde: el pecho se te queda pequeño para tanto pájaro, comprendiendo así que tres sílabas no son suficientes para contarle que la amas.
Decides besarla, redondear sus labios con el latir de alas que se ha alojado en tu lengua. Con su cintura pegada a la tuya, notas cómo su vientre se ha hilvanado al tuyo, hinchándose y deshinchándose al ritmo, cada vez más vertiginoso, de su resperizacion, con la tuya.
El calor de la danza empieza a sudarse, intensificando los sabores, transformando la brisa perfumada en un huracán de placer recubierto de todas las beldades que hayan existido alguna vez y de las que quedan por aparecer. Bajas al centro de la tierra y te topas con una gruta que destila la savia procendente del lunar de sus pasos, recostados ahora entre la planicie de los tuyos. Es la sangre del tontem sagrado de cualquier amante: le dibujas tu oración en la senda trazada por el néctar de todas sus esencias. Esencias que se instalan también en su garganta para acodarse en un desfile de corcheas emepeñadas en partirse por la mitad con cada sílaba de tu rezo.
Y todo comienza a acelerarse y a fusionarse, hasta que llega el último acto, el último grito: grito sudado, grito eyaculado, tocado, danzado, perfumado.
La pieza está acabada, sólo falta el soporte, el marco, y ése, ése, es vuestro abrazo.

sábado, 23 de mayo de 2009

“Currucucucú, mi paloma”

Tu regazo acompasado con mi cuerpo,
Mientras mecías mi alma asustada.
Me protegías del Coco, del Hombre del Saco…
Quién sabe de quién más.

“Currucucucú, mi paloma”

La luna iluminaba tu rostro de plata,
Tal parece que se ha reencarnado en ti, mamá.
Quizá se haya acostumbrado a secar tus lágrimas
Cuando, soñando, te trasportabas a la otra vida,
A la que te mereces, a la que nunca pudiste tener.

“Currucucucú, mi paloma”

Poco a poco los tristes anaqueles de mi infancia
Resucitan con tus manos y con las letras
Que compraste para mí.
Yo me alimenté de esas letras y construyo
una mar serena para mis entrañas y para las tuyas.
Tú las devoras y le cuentas a tu amante argentado
A qué planeta has viajado y dónde te llevaron las mariposas..

“Currucucucí, mi paloma”

Aquellas palabras se travisten ahora de mí;
Se amotinan en una pantalla blanca, electrónica y divina.
Allí se implantan, astronautas, por el gélido motor
Que las mantienen vivas.
Hoy escribo para ti y la ciencia entera parece caerse
Al abismo del amor insondable.
Cada frase, cada punto y coma se derrite
Y se unen para amamantarte en estas páginas.

No te preocupes, mamá: siempre oiré tu arrullo
Cuando me esconda detrás del aroma de los jazmines,
Cuando revolotee con las nubes,
Cuando juegue con las hormigas,
Cuando chapotee con los sapos...

“Currucucú, mi paloma”

Tu voz no se quebrará jamás,
Siempre estarás conmigo, en mis tripas,
En mi garganta, en mis dedos, en mis deseos.
Jamás desaparecerás de la faz de la tierra
Porque yo estaré aquí, llevándote de la mano
Por la tierra de los vivos.
Todas mis experiencias serán tuyas también.

Siempre dormiré con tu “currucucú, mi paloma”.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Gracias

La rectitud de mis principios
Me obliga a desdibujarme
Para confesar algo.
Yo no escribo:
Sois vosotros, todos,
Los que tintáis mis dedos.

Vosotros me ponéis
El corazón en las manos
Porque sois mi sangre.
Yo no hago nada.
Os lo prometo.

Todos mis poemas
Son la metáfora de vuestra existencia,
una oda, triste o no,
a la grandeza de las pieles
que he tocado
y a los labios que no he besado:
sin su ausencia no podría
amar a los que sí he rozado.

La libertad de mis versos
Son el recuerdo de vuestra risa,
Consonando siempre mi alma
Con un mundo que me parecería insípido
Sino fuera por la esplendidez de vuestros miembros.


Así que, por favor,
No me felicitéis a mí.
Sois vosotros los poetas.

sábado, 16 de mayo de 2009

Organicismo utópico

Mundo ¡Qué palabra tan grande!
Sin embargo me sobra lengua para pronunciarla.
No es más que un signo sin significado,
Un sustantivo tullido.
Yo estoy aquí, intentando escribir un poema. Mudo.

Otro, a esta hora, se alimenta de mi mugre,
De su propia carroña, tal vez;
Quizá simplemente de la sangre famélica que le resta.
Otro está muriendo. Mudo.

Todas las banderas resuenan en mi oído
Y yo quiero quemarlas.
Al unísono.
Después le daría la vuelta al mapa:
Para nosotros el sur y para vosotros el norte.

Quiero sacarme los bolsillos
Para enfrentarlos con tu hambre.
Te juro que después de mirarte a los ojos
se deshilarán avergonzados de su omnipresente concupiscencia.

Quiero romper mi estilográfica.
Quiero que la alquimia reconvierta mi tinta
En una sangre que despierte nuestros sentidos y los de los otros.
Una sola, nacida de la misma pluma,
nos uniría entonces en un cuerpo sólido,
con significado completo,
contigo.

Pero sólo tengo un salvavidas lleno de letras
Que, a veces, y sólo a veces,
enjuga mis lágrimas y se acuerda de las tuyas.

martes, 12 de mayo de 2009

Mi cuarto es una jauría de libros. Cada mañana, antes de ponerme las gafas, me ladran y me increpan. Dicen que están cansados de servir para hacer bonito, gritan que están hartos de regalar belleza a cambio de teorías que acaban nadando en una lágrima del que las elabora y del que las escucha "¡Qué bonito!", responde el oyente, seguido de un tiempo condicional. Se sublevan cada vez que les llega el eco de esta conversación, desde cualquier punto del mundo.
A veces me piden que los saque a pasear y yo lo hago. Cojo de la mano a los que siempre han estado conmigo y al final siempre volvemos cabizbajos. La estructura de las aceras es mucho más sólida que la de los personajes de mis novelas y las rimas de mis poemas. Es inquebrantable.
Hoy los he reunido a todos. Los he puesto en fila y les he pedido que me escuchen con atención:
- Miradme.
Todos abrieron sus brazos en cruz, dejando su alma al descubierto.
- Es hora de poner las cosas en su sitio y a mí en el mío. Me habéis hecho muy feliz. Estos años hemos construido cosas increíbles. Hemos pintado con colores nuevos, anduvimos sobre el techo, incluso volvimos del revés la Alhambra para robarle el dorado y extenderlo en mi cama. Hemos amado a renglón descubierto y hemos llorado a tinta viva y transparente... Lo hemos intentado todo y el mundo sigue siendo vertical, eternamente moderno y eminentemente productivo. Vosotros sí podéis permanecer en una estantería, es más, vuestras crines fueron creadas para ello. Pero yo no, a mí no me alimenta un anaquel. Yo aún tengo que elaborar mis tramas y construir mis finales.
Y añadí:
- Me rindo ante a la prisa. El calendario es más fuerte que vuestros sesos.
Se cerraron en banda pero al final me entendieron. Aunque no todos, uno de ellos se ha colado en mis zapatos. Todo el día lo llevo clavado a los talones, pero qué lo voy a hacer, me cuesta decir que no.

viernes, 8 de mayo de 2009

Entre dos piernas

Cuando desperté aquella mañana el mundo se había teñido de colores. La fluorescencia lo ocupaba todo. Un color por minuto. Al levantarme de la cama, comenzó a llover burbujas de agua con un lunar dentro. Me asomé a la ventana y saqué el brazo para tocar esa agua tan insólita. Al llegar las burbujas a mis dedos, cien lunares se anillaron en mis falanges. Quise saborearlos y los lamí. Me sorprendí al darme cuenta de que sabían a mí.
Alcé la cabeza para contemplar el milagro desde otra perspectiva y me di de bruces con que todos los coches de la ciudad estaban festoneados al cielo por un hilo de lana. Tenían un movimiento pendular que me recordaba a las varillas del viejo reloj del salón de la casa de mis padres. Todos iban en la misma dirección, de manera que era imposible que se chocaran unos con otros; al moverse, dejaban a su paso el reflejo de sus tonalidades primigenias y, unidas, formaban un arco iris nuevo.
No pude resistir la tentación y salí de casa. Descalza. Las calles estaban vacías. Miraba y remiraba en todas las direcciones y no había ni un alma que se hubiese percatado de lo que estaba pasando. Después pensé que quizá nos habíamos vuelto invisibles.
Con los dedos llenos de lunares y la piel libre de herencias, comencé a correr por el barrio en busca de nuevas maravillas. Le di la vuelta a mi edificio y justo en las antípodas de mi portal, había un agujero ribeteado por un montón de nieve violeta. Del agujero salía una voz femenina que gritaba desesperada. Creí entonces que se trataba de una sirena que se había perdido en una de esas idas y venidas de olas; me acordé de Odiseo e intenté ignorarla, pero la curiosidad resultó ser más fuerte que el miedo.
Primero coloqué las manos en la nieve, y al tocarla, se volvió amarilla. Eso no fue lo más sorprendente, sino que lo que me dejó más atónita es que estaba ardiendo, aunque no sudaba. Incliné el cuerpo para ver qué se escondía bajo el agujero, sin embargo, lo único que conseguí fue aumentar la desesperación de la garganta femenina, que había dejado de gritar para adentrarse en un bramido hiposo y desvergonzado. Metí la cabeza un poco más y de repente mis ojos se convirtieron en dos linternas.
Los intenté usar para verla, para contarle que yo estaba allí y que no tenía nada que temer, porque yo ya no tenía miedo. Quería decirle que las odiseas de la tierra se me habían olvidado, que los mitos se me habían caído de los dientes… quería explicarle que sólo quería salvarla para enseñarle ese nuevo mundo de bellezas invertidas que me había llevado directamente al encuentro con su desolación.
Pero no pude. Así que salté con las linternas apuntando hacia abajo. En el mismo segundo que despegué los pies del asfalto fluorescente, caí en la cuenta de que el golpe podría matarme pero en cuanto estos tocaron el aire del hueco, la misteriosa mujer agudizó su voz y con su agudez, me sostuvo en un vuelo sosegado hasta que toqué el suelo, que era techo.
Pegada al cielo del subsuelo comencé a andar. En este estado del nuevo mundo, lo único brillante era un hilo de luz que despuntaba sobre la puerta que, después de mucho caminar, encontré gracias a mis ojos y al gimoteo de mi guía. Salté hacia abajo para agarrar el gozne y, al abrir, me volví del derecho.
Apoyada otra vez en la tierra, me encontré de nuevo en el principio, con los coches irisados y los dedos alunarados. Pero ella estaba allí, justo en el centro, desnuda y atada a dos semáforos. Me acerqué, cuidadosa, y corté las cuerdas con la fuerza de mi aliento.
Ella se quedó allí, parada, en silencio y con los brazos en cruz. Quise preguntarle quién era, de dónde venía, dónde estábamos… pero me quedé sin lengua. Y ella me miraba con el entrecejo fruncido, acariciando el aire con el contoneo de su cuello. Al alzar los brazos para tocarla, mi cuerpo se volvió lento pero ella asintió. Me dio permiso.
Acerqué mi mano a su boca, recorriendo el labio inferior con la punta del dedo, tembloroso. Ella cerró los ojos, como el titiritero que cierra el telón después de la última función de su vida. Despacio y taciturno. Bajé la mano y se encogió de hombros. Un escalofrío me subió desde el tobillo, pasando por las entrañas para salir por la boca y de allí, miles de gotas de sangre cuajadas en todas las palabras que me caben en el cuerpo.
Danzaron desde mis tripas hasta su ombligo, combinándose, mezclándose con ellas y con el sonido del zigzaguear de su cadera. Una canción se resbaló por entremedio de sus piernas, acariciándola, azorándola, encogiéndola y estirándola. Y mis confines, que parecían no tener fin, seguían exudando sangre poetizada; y ella empezó a destilar perfume de mora en clave de si.
Otra canción desparramada por la espalda mientras yo me arrodillaba. Apenas podía verla ya, estaba cubierta de mí y de ella. Mi cuerpo, consumiéndose por segundos, persistía en vaciarse. Súbito en las rodillas de la musa de todas mis musas, se abrió una grieta cristalina para succionarme. Lejos de resistirme, cuando ya estaba dentro separé las carnes y me quedé en sus venas.
Al día siguiente aparecí muerta en el viejo mundo, pero en realidad sigo aquí, escribiendo entre sus piernas. Más viva que nunca.

Deconstrucción constructiva

Podría inventar un personaje para esta historia, al fin y al cabo todas tienen uno. Pero hoy voy a ser honesta y contaré la mía, en primera persona, aunque como la de todos, está en el medio de sí misma y dentro de esta mitad hay un millón de principios, algunos estériles y otros fructíferos:
Cada mañana, al desperezarme, la garganta se me descose del cuello y las piernas se me descuelgan de la cintura. Pese a que se quedan deslindadas de mi cuerpo, me hablan, cada una en su propio idioma. La garganta me susurra que está exhausta de tanto trabajar en los sueños sobre los que levito todas las noches, y las piernas se encogen para supurar la tensión muscular de las caminatas a las que las someto en mis alucinaciones nocturnas.
Es entonces cuando las falanges se ponen al servicio de la vigilia, haciendo el amor con las teclas de un ordenador anciano, devolviéndome a la vida una vez por segundo, al compás del sonido de las letras. Es ahí cuando le cuento al mundo lo que me aterroriza y lo que me envalentona; pero sin piernas y sin garganta sólo me quedo en eso, en un cuento.
Después de ocho horas, las disidentes convencidas y confesas, se reincorporan a mi silueta. Apenas les da tiempo a bostezar.
Sin embargo, hace tres día mi historia dio un vuelco. Una tarde fui yo la cansada: bajé a la tienda, me compré un bote de pegamento en barra y esa misma noche me agujereé el cuello con un clic para sacarme la garganta y con un cúter, me descuajé las piernas. Al despertar me recompongo con el pegamento y así todos los días.
Ahora no recuerdo mis sueños, supongo que no merecen que los recuerde. Pero he recuperado todas(os) las(os) mañanas que había condenado al corredor de la muerte. No alucino pero puedo embellecer los oídos de mi amante con la voz. No tengo fantasías pero sigo con las falanges en las manos y puedo crearlas. No callo pero aprendo con todos los contra-argumentos que se incrustan en mis dedos.

No levito, es cierto… Pero vivo. A quién le importa el cielo.

El desembarco de Normaldía


Ayer, mientras intentabas secarte mi saiva,
te besé con mi sombra.
Sé que me viste,
me di cuenta de cómo sonreías
al mirarme.

Seguí
y de nuevo mi reojo se encontró con el tuyo,
pero ya no sonreías:
tu rostro se desdibujó en la misma duda
que propició nuestro encuentro.
Pero aquella vez no me temías a mí,
el interrogante tenía otro nombre.

Lo confieso: me asusté,
pero me quedé.
Porque tus preguntas
volvieron a despertarme,
mi ingenio se desató
y mi frente se iluminó.

Mi mejor yo se acordó de sí misma
para confiar en ella.
Justo entonces
hablé
y
todos cayaron.
Nuestros rostros se volvieron a encontrar
y como al principio,
tuve que agachar la cabeza.
No pude soportar tanto amor
en la retina.

Gané.
Por ti
para mí
para hoy
para mañana
contigo
o
sin ti.
Gané.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Otra confesión


Esta vez la guerra es individual y sé que puedo hacerlo. Ya me vencí una vez. Pude hacerlo. Conseguí llegar al centro de mis balanzas. Ahora sólo tengo que girar a la izquierda y eliminar un extremo porque sólo quiero belleza en mi peso.

A mi amor secreto


Algunos dicen que eres
la marca insigne de la vulgaridad,
otros te llaman hortera
y, los más clasistas,
exclaman:
¡Pobretón!
al verte.

Argumentan que sólo sirves para
tapar los errores de las malas obras.
Afirman que lo realmente bello es tu contrario:
por liso, por plano, por suavón...

Y yo contesto:
¡Imbéciles!
Tenéis la cara pintada de legañas
y las manos insesibilizadas
por la hipocondria del papel couché.

Yo he acariciado sus cicatrices,
es más,
las he besado con los pies mientras
él masajeaba mis vergüenzas.

Yo lo he lamido y pude ver
que su piel son los pliegues
del amante perfecto
y sus huesos las yemas de los dedos
de la mismísima Helena

¿qué importa si detrás de ti
se esconde una malformación?
o si tienes en la columna un agujero.

"No pases pena"*,
Ilustre guardían de mis sueños:
Señor Gotelé,
mientras tenga un pie descalzo,
cantaré tus beldades,
ésas sobre las que reposan mis verdades.



*"No pases pena": frase antológica de la también ilustre Vanessa

lunes, 20 de abril de 2009

People- fiction

Una habitación blanca, aséptica, con un reloj en medio. De espaldas a la pared, una mujer en un diván y a su izquierda, un hombre bipersonal: mitad Freud barbibigoteado, mitad poligonero tuneado. Los dos, la mitad Freudiana y la mujer adivanada tienen una libreta en la mano. La mujer, después de dar un repaso a los apuntes de su vida durante cuarenta y cinco minutos pregunta:

- Doctor ¿Por qué no soy feliz?

Las dos mitades contestan al unísono:

- Señora, usted no es contradictoria

Algo íntimo, prosaico y personal que me apetecía compartir


Echo de menos el tiempo en el que decir "te quiero" no era una osadía; en el que abrazar era una rutina; en el que la ética del cuidado era una ética compartida; en el que la sonrisa formaba parte de la expresión cotidiana de nuestra cara; en el que "todos" no era la suma de nada, sólo éramos todos. Echo de menos el tiempo en el que la complicidad no era un delito, era amistad; en el que tus amigos tenían las llaves de tu casa y tú las de la suya aunque no tuviéramos plantas que regar; en el que la belleza era una necesidad y no un adorno. Echo de menos la playa porque siempre tenía a alguien recostada en el hombro; echo de menos tener tiempo para recrearme en el aceite hirviendo; las palabras "natural" y "patidifusa". Echo de menos cuando la poesía no era sólo poesía, sino sinónimo de vida; cuando los soñadores eran útiles, cuando sin sueños no habia lucha; cuando las simplezas eran nuestro eje. Echo de menos...

miércoles, 15 de abril de 2009

Soy un chiste

A veces la imaginación juega malas pasadas. A mí me pasa continuamente, aunque prefiero pensar que es la realidad quien me las juega, y no al revés. Os contaré lo que me pasó hace unos meses.
En mi habitación hay una ventana que a veces utilizo para descansar, no sé de qué pero yo descanso. Una mañana, a eso de las diez y media, decidí usarla,-lo cual ya es cómico en sí mismo ¿Cansancio a las diez y media?-. El caso es que quería saber qué pasaba en la calle mientras me fumaba un cigarrillo. La verdad es que me lo pensé, porque no me quedaban más y el airecillo iba a quemar el pitillo antes de lo normal... Al final lo hice: "Luego bajo, y así me visto".
Al apoyarme en la cornisa me di de bruces con otra mujer que hacía exactamente lo mismo que yo, pero ella sí estaba cansada, era la asistenta de la vecina de en frente. Creo.
Después de adivinar el oficio de mi compañera de nicotina, seguí la hilera de ventanas hacia la izquierda. Y ahí sucedió el prodigio. Llegué a pensar que era una elegida del destino. Me había elegido a mí ¡¡¡¡¡¡A mí!!!!!!! para contemplar una de esas maravillas que sólo puede ocurrir en una ciudad como ésta.
Era una anciana "con el cabello de una plata perfecta", me dije en un alarde de poesía barata y más que mascada. En el cuerpo, sólo un camisón de seda blanco, y en la mano una fotografía enmarcada, evidentemente, con una plata también perfecta. Sonreí entonces, "más bien cara, Ángela".
La señora comenzó a acariciar la fotografía, olvidadas las dos del mundo. Al principio, la miraba y remiraba con ternura, de arriba abajo. Luego con más fruición. Se acercaba y se alejaba, examinando cada detalle, como si quisiera grabarse cada milímetro en la retina, como si aquélla fuera la última vez. Era un acto tan íntimo que me dio vergüenza seguir mirando. Me sentí impúdica al saberme una intrusa en la intimidad de la que empezaba a presentárseme como una Penélope, o una antigua princesa nazarí recordando a su amante, o a su amigo, como ellas decían.
Pero seguí espiando. De repente, la ternura y la meticulosidad de su mirada se convirtieron en llanto, sacó un pañuelo de la mesita de noche y se enjugó las lágrimas. Lo hacía con esmero, supuse que quería borrarse el rastro de su nostalgia. No quería dejar huellas de su secreto.
Después miró de nuevo la foto, esta vez en su segundo, pero con la mirada dolorida aún, para asomarse a su ventana. Frenéticamente, giraba el cuello de un lado a otro, buscando, esperando desesperadamente que el hombre que estaba encerrado en la foto apareciera entre los coches, con su uniforme de miliciano, igual que la última vez. Con el puño en alto: "alasbarricaaaadas, a las barricaaadas, por el triunfo de la con-fe-de-ración". Pero no apareció, y se volvió a meter en su habitación. Confusa.
Mi Penélope estaba loca. Había perdido a su primer amor, pero no sabía dónde, y en su senectud sólo le quedaba tiempo para añorarlo y para buscarlo; aunque fuera desde la ventana de un edificio del siglo XXI.
Pese a lo orgullosa que estaba de mi hallazgo, la vergüenza pudo conmigo y entré en mi cuarto. La dejé sola, sin nadie que la observara; como ella quería estar. Quizá así estaba en realidad, la sinrazón está tan fuera de nuestras manos...
A la mañana siguiente me desperté con mi Penélope metida en la cabeza. Me levanté incluso más temprano para comprobar si lo que había presenciado el día anterior era un ritual o sólo el producto de una enajenación momentánea, de la señora, claro ¿De quién si no?
Se repitió exactamente lo mismo, y yo me quedé exactamente el mismo tiempo.
Así durante dos semanas. Un día, me miró y me sonrió. Vi en este gesto su beneplácito, la rúbrica de nuestro pacto. Así que me quedé para ver lo que no había visto. Fue entonces cuando me enteré de la verdad:
Resulta que la foto......................................¡No era una foto! Era un espejo; el pañuelo, una toallita desmaquillante; lo que buscaba mi Penélope no era al miliciano, era el camión del butano. Entonces comprendí que lo que había visto y lo que me había obsesionado durante tanto tiempo, era el proceso por el cual una ancianita deja de ser una ancianita para convertirse en una vieja pintada como una puerta.
Me reí a carcajadas, dicendo:
"Poetry is just poetry, Ángela"

Sí, además de ser un chiste, también hay ocasiones en las que soy pedante.

domingo, 12 de abril de 2009

Uno de boleros

Ayer, abotargada por tanto ruido, decidí salir de mi casa. Paseé por el río y vi algo brillar entre la tierrra, como una luciérnaga o algo así. Muerta de curiosiad, bajé, a riesgo de caerme por un precipio. Escarbé y me di cuenta de que era una botella. Era verde, limpísima a pesar de su escondite. Sonreí y pensé, "esto sólo pasa en las películas pero voy a mirar". La descolché y ¡¡¡¡Sorpresa!!!, sí había un mensaje:
"No hay horas más vivas que las horas muertas que pasé contigo"
Y me lo metí en el bolsillo.

domingo, 5 de abril de 2009

Otra historia de amor...Mi pueblo y yo

Él se empeña en ser mío, en conocerme, pero los dos hemos cambiado tanto que no puedo reconocerlo ni a mí en su mirada.

sábado, 28 de marzo de 2009

(Pervirtiendo un verso)


Podría llorar todos mis poemas esta mañana,
los que he escrito y los que me quedan;
pero tengo demasiado miedo a perderlos.

Son la morfina de mi agonía:
la agonía de recordarte siempre;
la de mi eterna(s) duda(s),
la de tus ojeras
y las mías - aunque no las veas, duelen,
como el surco del agricultor
duele a la tierra-.

Un poema atraviesa mis mejillas empero,
tan arraigado que ya lo tengo en la boca,
consiéndola con tinta transparente y un mar de comas
ovilladas a la almohada que esta mañana sostiene mi cabeza.
desordenándola, averiándola, Acallándola

miércoles, 18 de marzo de 2009

Otra posibilidad

El monstruo de Frankestein no era un monstruo. Sólo era distinto. Víctor, su Dios, su Creador, se recreaba, orgulloso, en la inmensidad de sus miembros, en lo insondable de su inteligencia. Pensaba, con esa torpezaza que caracteriza a los todopoderosos, que la existencia de aquella criatura arretalada era la llave de la eternidad. Él, Víctor, su Dios, su Creador, repudió a su criatura por ser exactamente aquello que soñaba.
Y lo dejó sólo. Desterrado. Otro mesías, otro destierro.
Pero el monstruo que no era monstruo sino distinto, se escondió en un cobertizo lleno de libros, en el que había una puerta que conectaba con el salón de una familia de labradores (o eso creo). Se dedicó a observarlos. En esa casa sólo había amor.
Cuando la familia trabajaba, aprendió a leer con Goethe, con Werther. En esas páginas sólo había pasión, pura y generosa.
Pero los labradores lo descubrieron y también lo repudiaron.

Entonces se dio cuenta de que el amor y la pasión no servían para sobrevivir. El monstruo que no era un monstruo sino distinto, creyó que todo lo que había aprendido era literatura, ficción o mentira; debía probar lo contrario. Venganza y asesinato, fríos.

Según las múltiples leyendas que han perseguido a la pobre criatura, se dedicó a matar a todos los niños de las aldeas vecinas. Los atacaba mientras dormían. Pero no, el monstruo, que sólo era distinto, se rebeló contra su propio Dios, contra su propio Creador. Contra ése que soñaba cambiar el curso del mundo. Lo quiso matar y lo intentó, pero ¿Sabéis qué le dijo a Víctor cuando apenas podía respirar ya? Dijo: "La pureza no se doblega ni por miedo". Quitó sus enormes manos del enjuto cuello del médico, que ya no era más su creador, y se fue murmurando: "sigue anhelando cambiar el mundo que yo seguiré amando".
El monstruo, que no era mostruo sino distinto, se fue a la montaña y se hizo amigo de los lobos.

lunes, 9 de marzo de 2009

Minibinariedades

Un día, uno cualquiera, una niña se despertó con un semáforo dentro. No tenía ámbar, pero cambiaba de color continuamente. Aún no había adelantado la pierna cuando tenía que retrasarla. Era un semáforo maniqueo, absorto en la memoria de unos principios que quizá no tenían finales, mucho menos finalidades. La niña no sabía qué hacer. Por supuesto, sólo pudo contemplar dos opciones: arrancarse la piel entera hasta llegar a las bombillas o ignorar en la medida de lo posible sus mandatos. ¿Cómo iba a deshacerse de lo único que la hacía visible? ¿Cómo estar segura de que el semáforo no iba a terminar por apoderarse de su cerebro, quedándose en mitad de la carretera, sóla ante el peligro, delante de cualquier desaprensivo al que únicamente le importara llegar? Las dudas eran altamente razonables: "mi cuerpo es todo lo que soy y los desaprensivos con prisa son amplia mayoría."
Pensó entonces que lo mejor era replantearse el problema, pero el semáforo, siempre maniqueo, casi fariseo, lanzaba ráfagas de calor que comenzaban a acompasar los razonamientos de la niña con los cambios de luz. Andaba y desandaba cada vez más rápido. El cuerpo se le volvió bicolor e intermitente

“Ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no”.

“Ahora delante, ahora detrás”

“Ahora verde, ahora rojo”

“Ahora soy yo, ahora no”
.
.
.
Desde entonces, la niña sigue ahí, parada en la acera, debatiéndose eternamente entre una idea y su contraria. Sin finalidad; sin final.

Negociaciones estelares


Dame el verdor de tus dientes y regocíjate en mi lengua.

¿No lo ves?

La noche se vuelve omnipresente en esta esquina, privada de tus huellas.
Las estrellas amamantan la perversión de las aceras,
Envidiosas por no poder acariciarse entre ellas.
Están hastiadas de ser sólo luz,
Sin embargo, se contentan con una lactancia lasciva
Que alimenta el calor de nuestro sexo.

¿No lo ves?
¡Nos están guiñando!

Anda, dame el verdor de tus dientes y regocíjate en mi lengua.
Escóndete en el paladar. Da igual: si todo me sabe a ti…
Yo me deslizaré por el tobogán de tu espalda,
Me quedaré dormida en tu cuerpo.
Juguemos y, te prometo, pondré la luna en tu boca
Y una estrella en tu pecho.

¡Me lo están pidiendo!


domingo, 8 de marzo de 2009

Exorcismo epistolar

Cuando abro los ojos tengo miedo. Temo que estés ahí para reprocharme que te haya sobrevivido por fin. Creías que yo era tu estómago y ahora yo se lo regalo a otra, pero tú no estás. Ya no. Y no me siento triste ni culpable. Si tengo que matarte para vivir yo, lo haré. Estoy cansada de agonizar una vez por segundo en tu recuerdo. Exhausta.
Me niego a ver tu figura enjuta sobre el cesto de la ropa sucia. Es demasiado soportar eso cada día. Si no pudiste vivir fue problema tuyo, yo tampoco podía y ahora te asesino con la fuerza de mi voz, tranquila. Sin un ápice de sentimiento más que la felicidad de saber que estoy haciendo lo que debo: obedecer a los designios de mi naturaleza, que es humana. Sobrevivir a toda costa, aunque tenga que quemar el mar.
He roto todas las cartas que no te mandé. He borrado tu ausencia de mi cuarto. Ya ni siquiera eres ausencia. No eres nada, salvo un ataque de justicia vital que me obliga a decirte que fuiste lo mejor que me pasó en aquella época, repito, en aquella época. Tu trasero ahora no es el objeto de deseo de mi deseo, ahora tengo otro pegado a mi ombligo. Uno que puedo estrujar hasta arañarlo. Uno de verdad, no es místico ni trascendental, pero es el suyo. Suyo más que nunca y, gracias a Dios, no quiere ser mío. Sólo quiere acariciarme.
Si de verdad me hubieses amado como creía que me habías amado, como tú me hiciste creer con tu psicosis, habrías hecho de mí una mujer libre, no una mujer culpable. Incluso quisiste ahogarme con piedras y cables ¿Para qué? No lo sé, a veces pienso que querías volverme loca para que no te olvidara. Casi lo conseguiste. Pero fui más fuerte que tú, pude escupir el desaliento de mi garganta, con tus huesos. Todo fuera.
Todo para el pasado, que es donde tienes que estar. El lugar donde tuviste que estar siempre, tomándote tu propio tiempo, tu presente, para aprovecharlo con quien quieras, con quien ahora ames. También tú te lo mereces. Lo bueno del tiempo es que lo transforma todo, como a mí, como al propio tiempo que ayer me parecía idéntico y ahora se me antoja esplendoroso, un abismo lleno de oportunidades.
Ahora tengo vértigo, pero no me importa. Las cosas que más quieres siempre producen vértigo, por eso no me acerqué a ti la primera vez que te vi. Tuve que esperar, tuve que mirarte mucho antes de hablarte, sabía que me iba a perder; y me perdí. En las hojas de tus libros, en tu tocadiscos, en tus manos, en tu boca, en tus ojos...
Pero hoy ya está, todo se ha acabado y las dos somos libres. Tú te puedes ir de mi cuarto, mi memoria te libera, y yo me puedo quedar aquí, o no. Puedo elegir.

El bocado perfecto

Si tienes la luna en la boca,
Cómetela, saboréala, dóblala, envuélvela...
Hasta que la mandíbula te sangre de tanto mascar.
Todo esto en un segundo, la luna sólo se que queda un segundo.

Después, reminiscencias. Vaguedades melancólicas del ocaso.

Si tienes suerte, en sueños recordarás su sabor,
Pero su tacto se quedará dormido, tan dormido como
La seguridad de que la vida ya no es tu vida,
Sino un ágape de amor porfiado,
Contemplado como si no fuera contigo.
Entre una maleta y un nicho. La plata, cemento, los huesos, polvo

sábado, 7 de marzo de 2009

PUNTUALIZACIONES SOBRE UNA PUNTUALIZACIÓN DESPUNTUALIZABLE


Numero los recuerdos porque el tiempo los deshace sin remedio
Oscurezco la razón para darle brillo a la pasión.
Sacudo las mejillas al reír para que tú también te rías
Odio tomarme en serio
Y reniego de todo lo que digo cuando lo hago. Suelo estar borracha.
Unir palabras no es hablar.
No comprendo a los que se enorgullecen de ser los mismos de siempre.
Para vivir no quiero prendas que me atosiguen.
Estoy cansada de los coherentes que no entienden de simplezas.
Raciono cada día mi raciocinio para no morir en el intento de vivir.
Canto todas las tardes para recordar por qué adoro mi humanidad.
Huelo las hormigas de la cocina, porque ellas sí que tienen los pies en el suelo.
Estornudo una vez al día y pienso, es cierto, hay cosas que no se pueden controlar
Reitero lo dicho: hay cosas que no se pueden controlar
Ofrezco lo que soy porque es lo único que tengo.

OTRAS PUNTUALIZACIONES DESPUNTUALIZABLES


Trabajo para no trabajar
Amalgamo todo lo que veo sobre la punta de los dedos
Miro y suelo ver
Pavimento mi cerebro con todo lo que no quiero ser
Oculto mis cicatrices con los dientes
Colecciono silencios para leerlos en la cama
Oso a perturbar mis sueños si merece la pena
Escribo por la mejor razón que existe: porque sí
Silbo cuando camino para darle trascendencia al momento
Tonto el que tenga prisa por llegar.
Uso la primera persona porque es la única persona a la que conozco
Parlanchín, parlanchín, cuidado, que te veo el plumerín
Imagino lo inimaginable porque lo imaginable tampoco me gusta
Dar nunca es un error pero sí robar.
Aplaudo a los cínicos porque de ellos es ya la tierra

viernes, 27 de febrero de 2009

Mi secreto se escribe con h (intercalada preferiblemente)

Nunca quise ser lobo. Perseguidor.
Tampoco caperucita. Perseguida.
Ni siquiera el cazador. Salvador.
No quise contemplar la maravilla. Mirona.
Ni armarme en pos de un mundo mejor. Constructora.
Nunca soñé con dorarme los bolsillos. Poderosa.

Siempre quise ser pescadera. Sanguinaria.
También carnicera. Visceral.
Incluso caníbal. Salvaje.
Quise ser vampiro. Asesinada y asesina al mismo tiempo.
Y respirar la belleza de la curvatura de algunos cuellos. Amante.
Siempre soñé con apilar hojas secas en los bolsillos. Melancólica.

Pero hoy no hay ni siempre ni nunca, sino horas y ahoras.
Con su h metida dentro.



*Glosario:
H:: un silencio con historia

Deconstruyendo el tiempo

El tiempo es un alud de hielo fino anidado en las pestañas.
Tú lo sabes y por eso lloras al despertar.
Lo esparces desde la pupila hasta la boca.
Y lo lames. Y yo me lo bebo al besarte, mezclando
La sal de tus ojos, tu tiempo y mi saliva.
Y de nuevo te lo devuelvo…

viernes, 13 de febrero de 2009

Poema de Miquel Martí i Pol



Molt he estimat i molt estimo encara.
Ho dic content i fins un poc sorprès
de tant d'amor que tot ho clarifica.
Molt he estimat i estimaré molt més
sense cap llei de mirament ni traves
que m'escatimin el fondo plaer
que molta gent dirà incomprensible.
Ho dic content: molt he estimat i molt
he d'estimar. Vull que tothom ho sàpiga.
Des de l'altura clara d'aquest cos
que em fa de tornaveu o de resposta
quan el desig reclama plenituds,
des de la intensitat d'una mirada
o bé des de l'escuma d'un sol bes,
proclamo el meu amor, el legitimo.

miércoles, 21 de enero de 2009

repensando las moléculas

Y al bajarme de la poltrona (en los dos sentidos de la palabra), me sustituí por un "yo" y me deshice del "misma".

lunes, 19 de enero de 2009

Los 20 en La Cartuja

Ahí estaba usted, esfinge etérea de un país que nunca pisé.
Ahí, con el rostro revestido de cristal y con el cuerpo enmohecido
De tantos sueños. Bebiéndose tras las rejas de una ventana
La libertad de una veintena acicalada con una estupidez que...
Que clama a vuestro cielo.
Yo la miré y usted, sabiendo que había descubierto su ingrávido secreto,
Le devolvió su azul entero a ésta que añora
Un tiempo en el que, aun con miedo, se amaba
Y se escudriñaba el suelo con la misma avidez
Con que usted lame nuestro peso.
No se preocupe, no tenga miedo, yo ya soy una tumba.
Puede seguir con su íntimo disfraz puesto; es más, se lo ruego.
Porque usted, espectro de un veinte que nunca fue cuarentón
- más bien un octogenario eternamente muerto-,
Es el recuerdo de lo que jamás hemos sido y
La esperanza de nuestro techo.

miércoles, 14 de enero de 2009

ODA AL ESPIDIFÉN CON VOCACIÓN DE SALMO



Oh beso blanco mentolado ¡quién pudiera hacerte un homenaje!
En estos días en los que me resumo en dolor y sangre,
Sólo tú me abrazas.
Lo haces con esas burbujitas, que se entretienen
Jugando con la campanilla que modula mi voz;
Con ese saborcito anisado, desparramado por toda la boca.

Ay, beso blanco mentolado ¡Quién pudiera beatificarte!
Colgaría banderolas por toda la ciudad con tu nombre,
La chiquillería correría por la ciudad cargada de petardos,
gritando ¡Viva San Espidifén! ¡Viva San Espidifén!
Algunos, los más traviesos, dirían ¡Viva el Espidi!
Y nosotras, santurronas, iríamos detrás de tu palio,
Sumidas en las oraciones más devotas jamás pronunciadas

No te preocupes, mi besito, algún día se te hará justicia:
Yo ya he empezado a santificarte, te llevo en la cartera,
Con la foto de mi madre y la estampita de San Judas,
Para que te escuche.
Llegará el día en que tu cuerpo granulado se guarde
En un cáliz santificado por todas las mujeres del mundo,
Un cáliz con dos rayitas verdes del que todas beberemos,
En una orgía antidolor,
En una rebelión contra la biología que nos dio el Señor,
El señor menos señor del mundo.

domingo, 11 de enero de 2009

UNA VEZ MÁS

Si yo sólo quería ser feliz, qué hago escribiéndote a ti
Mientras tengo sus ojos en mis dedos,obligándome a repudiarlo todo,
siendo todo lo que escribo,
confundiéndome con su sangre
¿o era confundiéndose con la mía?

Hoy me rebelo una vez más contra el fantasma de mi avería,
Y te imploro a ti, quien quiera que seas,
que me beses y que te deshagas por mí de todos los interrogantes
que tengo alojados en el pecho, que son la curvatura de su cuello;
De mis apartes, que son sus reproches;
de los puntos suspensivos, que son sus silencios.

Tócame y bébete, te lo ruego, el azul que me amarra a este barco
En el que sólo cabe su nombre, yo derribaré la nave.
Acaríciame y arráncame esos libros que me explican y me ordenan;
Prometo ser yo quien escriba el mío... y el nuestro.
Sácame de este enjambre de luciérnagas sin luces, te regalaré un sueño.El que tú quieras: un sueño, una vida.

Qué yo hago aquí... Si yo sólo queria ser feliz.

miércoles, 7 de enero de 2009

PARECÍA MENTIRA Y...LO ES


No sé si lo habéis leído en los periódicos o visto en los telediarios, pero ha aparecido un documento que “va a cambiar el curso de nuestra historia”. Un documento que invalida tantos siglos de represión y de odio por parte de la Iglesia Católica. Es una carta redentora de una mujer que se inventó una mentira para salvar su pellejo. Se trata de una carta que la anteriormente conocida como Virgen María, escribe a su marido en su lecho de muerte que, al parecer, no llegó a sus manos.
El texto dice así:
Querido José, hijo de Abraham o de David (ya sabes que soy muy mala con los nombres):
Te escribo para pedirte perdón por todos estos años de ausencia, navegando de un lugar a otro; también te quiero pedir perdón por no haberle recordado al niño que te hubiese escrito más a menudo… Estábamos tan ocupados… Pero hay algo que no me deja morir en paz, a veces pienso que no me iré de este mundo hasta que no te diga realmente lo que pasó con Jesús, hasta que no te confiese que te mentí.
¿Recuedas a Jacob? El herrero que trabajaba al lado de tu carpintería. Siempre me piropeaba y yo no tenía fuerzas para reprenderle. Era tan guapo, José… ya sé que estaba lleno de grasa todo el día y que apenas iba a las termas pero… era eso mismo lo que me atraía de él. Era justo lo contrario a ti, era salvaje. Ninguna mujer se le resistía, de hecho, siempre se hablaba de eso en el mercado.
Sólo recibía por respuesta mi coquetería pero nunca le dije ni una palabra, te lo prometo. Quizá fuera eso lo que hizo que su deseo aumentara, porque, ya te digo, no estaba acostumbrado al rechazo de una mujer. El caso es que su desesperación por tenerme llegó a tanto, que una tarde me cogió por la cintura y me encerró en la habitación de las herramientas. No te puedo engañar, en cuanto lo tuve tan cerca con esos músculos, esas venas saltadas, ese pelo moreno rizado rozándome la tez mientras me sujetaba el rostro con su mano, atrayéndolo hacia su boca… no pude aguantar, José, se me fue la cabeza. Estaba tan excitada que ni siquiera sufrí cuando perdí el virgo. Éramos dos animales poseídos por el demonio. Aquella noche me olvidé de ti y lo que es peor, me olvidé de Jehová.
Nunca más volvimos a yacer. Él consiguió lo que quería y yo estaba demasiado asustada.
Cuando me enteré de que estaba embarazada, fui a ver a mi prima Isabel. En cuanto me vio aparecer, supo que había hecho algo mal. Desde pequeña, cuando hacía una travesura iba a verla. Era una mujer muy culta, tanto que entró en el convento sólo para poder seguir leyendo, y sus lecturas siempre me proporcionaban una salida.
Cuando le conté lo que estaba pasando, me contestó que aquello tenía difícil solución:
- A grandes males, grandes remedios. Dile a tus padres y a José que el niño que estás esperando es el Mesías y que yo te lo he confirmado porque un ángel me visitó anoche para anunciármelo. Diles que vengan a verme mañana, para entonces yo habré hilado perfectamente la historia.
- ¿No te parece un poco descabellado? ¿No sería mejor decirles que un campesino me violó en el río cuando fui a lavar la ropa?
- Eso sólo desatará sangre –pobre prima, si hubiese sabido lo que iba a pasar 33 años después…- Lo mejor será esto. Ellos siempre dicen que eres muy especial y con lo religiosos y orgullosos que son tus padres y lo simplón que es José, seguro que se lo creen. Confía en mí, primita. Eso sí, al niño hay que decirle lo mismo. Tenemos que seguir con esto hasta el final.
Y así lo hice y, José (Hijo de Abraham o de David), os lo creísteis.
De lo que sigue después algo sabes, pero no todo. Si te preguntas cómo llegaron a Belén aquellos reyes, no tengo respuesta a eso pero, la verdad, sus regalos no sacaron de más de un apuro. Los pastores me contaron que había llegado porque al ver a estos tres reyes, decidieron seguirlos y hacer lo mismo que ellos; y fue ahí donde comencé a propagar la historia. Yo fui quien les dijo a todos que Jesús era el Mesías.
Desde que era un bebé le leía las cartas de mi prima a Jesús, así que en cuanto comenzó a escribir él mismo decidió mantener contacto con ella. Te juro que fue él solo. Isabel le contaba los entresijos del convento y por qué los romanos lo estaban destrozando todo. Si hubieses leído aquello, una no sabría quién era más brillante. Los dos eran tan humanizadores, tan coherentes, tan geniales… Así fue cómo Jesús construyó su manera de entender el mundo.
De este modo, Jesús se convirtió en lo que fue. Además, llegó un momento en el que a fuerza de tanto repetirle que él era el Mesías, yo misma me lo creí un poco. Por otro lado, lo que predicaba tenía tanta fuerza y era tan transformador que ni pude ni quise pararlo. Pobre, mi hijo.
Se fue de nuestro lado para crear un mundo mejor y se lo permití porque creía en él. Quería un mundo de Amor y Comprensión y pensé que él sí podría hacerlo, José. Después, cuando casi consiguió ser el Salvador que él ser, no lo dejaron. Tuvieron que matarlo como matan a todos los grandes. Yo no pude advertirle de mi mentira, y aunque lo hubiese hecho, no me hubiese creído. Jesús, al escuchar su propia conciencia creía estar ante la voz del Creador. Me habría tomado por loca o, pero aún, hubiese pensado que estaba poseída por el Diablo.
Cuando todo terminó, los once estaban tan metidos en su palabra que los animé a seguir trabajando por y para ella. Magdalena, en su pena, decidió refugiarse en un pueblito para vivir eternamente con su recuerdo. Se amaban tanto…Pobre, mi hijo y pobre ella.

Aquí tenéis la historia de una mujer moribunda que pensó que, a pesar de ser todo una mentira, su hijo podría salvar el mundo con Amor y Comprensión. Me es imposible omitir mi certeza de que los creyeron en él como Mesías prostituyeron su mensaje, por miedo precisamente a la libertad que engendraría un mundo como el que quiso el que comenzará a llamarse desde ahora “El Gran Pensador de Nazaret” o el “Nazareno de la dulce esquizofrenia”.

lunes, 5 de enero de 2009

ÚLTIMAMENTE SÓLO SOY LESBIANA


Este título puede parecer desproporcionado, y quizá lo sea, pero así es mi naturaleza: exagerada. El caso es que en los últimos meses me he sentido de este modo. Lo primero que veo cuando entreabro los ojos por la mañana, es el típico poster que tiene cualquier lesbiana que se precie, sí, ese de Tanya Chalkyn en el que aparecen dos mujeres, bellísimas, en la cama besándose, por supuesto en un blanco y negro absoluto –más puro y virginal no puede ser ese beso-. Pero así se supone que somos nosotras ¿no? Eternamente puras, sensibles, comprensivas…un bomboncito de vainilla y chocolate blanco. Ja. Me río a carcajada limpia, si la tal Tanya hubiese visto lo que pasó ayer en mi cama…
El caso es que me guste o no (en realidad no sé por qué preside mi cuarto), es un recordatorio de lo que soy.
En fin, una vez que consigo abrir los ojos me tomo el desayuno pero no en una taza cualquiera, no, en una que tiene los colores de la bandera gay. Me la compraron mis mejores amigos cuando fueron a Madrid, “¡comprada directamente en Chueca!”, me dijeron con la alegría del que regala un trozo de identidad. Y no estaban equivocados porque al saber que aquel pedazo de cerámica abanderado provenía de la capital de nuestro reino, sentí lo mismo que una dama del medievo sentía cuando recibía la seda de la India. Era la muestra exportada de mi linaje y de todo el orgullo por pertenecer al mismo.
Después me ducho con Norah Jones, lo cual me inscribe dentro del grupo de la lesbiandad bohemia y casi siempre activista. Me visto con una camiseta, unos vaqueros y unas zapatillas, mientras me sonrió frente al espejo pensando en todas las mujeres que se atavían con sus mejores ropajes para ir a la facultad, amén de estar perfectamente peinadas desde las ocho de la mañana. Esas mujeronas entre las cuales me siento incómoda cuando son mayoría. Es cierto que hay ya miembras de nuestra comunidad que se mezclan con ellas. De hecho, los bares de ambiente últimamente están tan llenos de esta clase, a la que llamaremos “leslis”, que cuando entras te entristeces al pensar que son las amigas heteros de los gays y que, por tanto, tu cama seguirá vacía.
Por la tarde, si no tengo que estudiar,o no quiero, voy a Nos, una asociación de LGTB (no sé si lo habré escrito bien), que comenzó siendo para mí sólo eso, un lugar donde quizá podría encontrar una mujer que comprendiera mi amplio abanico de rarezas y a la que yo Amara día a día sin reservas. En lugar de eso, encontré a un buen número de amigas a las que amo sin reservas y que disfrutan abanicándose conmigo; pero, además, me di de bruces con una forma de vida, en la que, como no podría ser de otra manera, la lesbiandad está por debajo de todas las conversaciones, aunque sea en silencio.
Aquí descubrí que los mitos de que todas nos liamos con todas, de que cualquier cuestión es susceptible de una disertación de cuatro horas y de que cualquier mínimo detalle es discutible dentro de una pareja, incluso la posición de los bastoncillos para los oídos en el cuarto de baño, son ciertos. Sin embargo, descubrí que hay algo que también debería ser un mito: al tratarse de un espacio invisible, casi todo es posible y es aquí donde comienza esa forma de vida de la que hablaba antes. Es una en la que caben todas las formas, aunque, evidentemente, las forma que conozcas.
La noche tiene nombre de escondite: Sotanillo. Y apellido de juego: Futbolín. Se nos van las horas en la oscuridad del pub, con el soniquete de la música que la patética dj gravó en el cd del mes correspondiente, y girando la muñeca para meter gol.-Esto último tiene su ironía, no creáis que no me he dado cuenta-. Pero lo cierto es que la cajita de muñecos atravesados por palos es un símbolo ¿os imagináis a un grupo de mujeres heteros jugando, solas, al futbolín? Yo sólo puedo visualizarlas con el novio o el aspirante al lado, demostrando que ella también puede ser un poco brutita mientras que él afirma entre risas que no conocía esa parte de ella, aunque es plenamente consciente de que sólo es un juego. El resto del tiempo es la mujer delicada que quiere tener al lado. Eso nunca se les olvida.
Como podéis ver, todos mis días son homosexuales. Sin embargo, si miro hacia delante, o lo que creo que debería ser ese “delante”, mi historia sería así: lo primero que vería es a dos personas que se alegran de verse al despertar, me ducharía con otra que me emociona cuando canta, me vestiría simplemente pensando en mi comodidad (debo reconocer que seguiría riéndome de las perfectamente ataviadas y eternamente peinadas) y quedaría con mis amigas, las mismas, a las que me une muchísimas más cosas que nuestra erótica y, por supuesto, yo no sería lesbiana sino solo un ser que desea y que ama.

viernes, 2 de enero de 2009


En cinco segundos caí prisionera
En la comisura de tu boca
Y me torturaste durante horas.

Primero me llevaste al paraíso:
Tu piel, tu olor y tu sudor
Confirmaron mi Pecado Original,
Ese Divino pecado que me llevó a ti.

Dibujé tu cuerpo
En cada una de tus vísceras,
Mientras posabas para mí
En un estío sin hastío:
Sólo placer, arrojo y desvergüenza.

Más tarde te incorporaste,
Clavándome ese azul celeste en la nuca,
Esperando.
Tic, tac, tic, tac, tic...
Las manijas del reloj me atravesaban el cerebro.
Se movían descolocándolo todo,
Desordenando, abriendo huecos,
Partiéndolo en trozos de desamor
Sin tregua, sin rumbo, sin razón.

Tú continuabas impávida en tu silencio.
Yo me revolcaba en la cama,
Tiritando, gritando, azotando la pared,
Encogiéndome cada vez más.

Súbito, de nuevo al paraíso en un instante;
anillaste la cintura
Y me recliné sobre tus senos:
Tu boca en mi cabello.

Justo en ese momento, justo ahí,
Alzaste el puño victorioso y,
Tras un crujir de vértebras
Me arrancaste el estómago de cuajo,
En un abrir y cerrar, para siempre, de ojos.

fuimos entonces La Piedad
Más cierta y pura esculpida en la historia:
Tú sosteniendo, socarrona, mi cuerpo mientras
Mientra mi sangre se amontonaba en tu rodilla
Me citaste en una cafetería:
“tengo una sorpresa”, me dijiste.
Yo corrí hacia aquel rincón,
Ya tan nuestro. Fallo mío.
Posamos nuestros cuerpos en aquellas
Sillitas de madera que tanto disfrutaste.

“Ahí va mi sorpresa”,
de repente tu boca succiona mi cuerpo;
primero el pelo y después el resto.
Yo estoy en la garganta mientras
tú pronuncias mi nombre: Án-ge-la.

Abro una rendija en el esófago.
Lo araño como una alimaña desenfrenada. Necesito tocarte el corazón.
No tienes escapatoria: lo he conseguido y casi lo rozo;
Es imposible dejar de desearlo,
Es tan rojo y tan blando...

Tengo hambre, lo sujeto entre
Mis manos y lo muerdo con avidez.
Dos cordones de sangre me atraviesan el mentón
Y los fulmino con la lengua,
No puedo dejar nada, no quiero
Es tan dulce...

Lo sé, estás intentando expulsarme de mi nuevo edén,
Pero ya es demasiado tarde,
estoy apoyada en tus entrañas y tu corazón desaparece.
Sola en un hueco de tu alma,
Muero de placer
y tú conmigo.

jueves, 1 de enero de 2009

PARA UNA TARDE CUALQUIERA

Entra en tu habitación y enciende el flexo. Quédate de pie, en medio; da una vuelta sobre ti misma con los ojos cerrados. Mientras giras, aspira hasta que el pecho te duela. Cuando pares, abre los ojos lentamente y suelta el aire. Ahora tu habitación es más tuya que nunca. Mírala y te verás en todos los rincones. Si no lo has conseguido, siéntate en la cama y vuelve a respirar; entorna la mirada, recorriendo el dormitorio entero. Ya te ves, ya eres tú.
Acércate sigilosamente a tus discos. No escojas todavía, será él quien te elija a ti. Ahora estás cara a cara con ellos. Sonríeles pero sin hacer ruido. Acarícialos con el dedo índice, hasta que uno se despierte susurrándole a la yema de tu dedo “aquí estoy”. Cógelo con las dos manos y desperézalo con los pulgares -te lo agradecerá con su limpidez-. Déjalo que suene… siéntate otra vez.
De nuevo tienes que borrarte los ojos de la cara para balancearte con la música hacia delante y atrás… adelante y atrás… cada vez más despacio…adelante y atrás…La clavícula se mece también…adelante y atrás…Con todo el cuerpo, hasta que una fusa se escapa del pentagrama, exhalándote en la nuca. Deja que el cuello se contonee con su aliento.
Es hora de leer. El libro ya no puede esperar, ha empezado ya su cortejo. Se ha maquillado para ti, tanto que tiene la cara más colorida que nunca. Está desplegando todas sus armas. Deja al aire su olor corporal: una mezcolanza de papel, de tinta, de polvo y de todas las pieles que alguna vez rozaron sus páginas. Es tan potente el perfume, que ha empezado a hacer una brecha inmensa desde la pituitaria a la boca del estómago. Justo donde acabó colándose la fusa.
Tócalo y calma su urgencia. Agárralo y ábrelo. No repares en las letras, sólo pásale la mano por la espalda, hasta que encontréis una postura en la que estéis cómodos. Los dos. Escucha su cuerpo, se cerrará si pones el dedo en el lugar equivocado. Si lo tienes que doblar, dóblalo, no importan los hilos, sólo son vestidos. Lo que importa es lo que está dentro.
Cuando ya estéis los dos listos, espera y vuélvelo a oler, para que la brecha se haga más profunda y la fusa no se aburra. Ya comienzas a sudar por todas partes: la música ya la tienes en la columna y está bajando hasta la cadera, está lamiéndote cada una de tus vértebras. Como un gusano. Déjalo hacer y comienza a leer.
Un artículo, un sustantivo, un verbo y un adverbio se unen para abrirte una puerta, una que nunca habías visto y, sin embargo, ahí la tienes, de par en par, en la planta del pie, iluminada por tres puntos suspensivos que, en realidad, no son más que una invitación. Sabes que si cruzas la puerta no habrá vuelta atrás, así que te lo piensas y dices, “por mirar no va a pasar nada”. Te doblas como antes doblaste el libro, para hacerte más pequeña y cruzar la entrada a tus pies.
Siempre con el libro en la mano ¿Lo ves? Ya eres contorsionista.
Primero la cabeza y un brazo, necesario para apartarte el pelo de los ojos. Después el otro, con el libro, que te va marcando el camino. De repente un signo de interrogación te provoca y entonces te metes hasta la cintura. Lo único que tienes ya fuera de la planta del pie es el trasero, de modo que con cada embestida toda la sangre sube hacia arriba, tan arriba que se da de bruces con el juego cada vez más indómito del olor de tu libro y el aliento de la música.
Ya sabes que es materialmente imposible subir más, pero da igual. Todo lo que necesitas está ahí, aparece y desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo hay algo a lo que no te puedes resistir: quieres tocarlo, necesitas tocar lo que hay detrás del quicio de la puerta de tus pies. Quieres tocarlo y quieres comértelo. Alargas el brazo y más sangre para la cadera. Masticas, lames, tragas y vuelves a alargar el brazo y más sangre para la cadera. Te repites sin cesar “otra vez”, “otra vez”, “otra vez”…
La sangre, el aliento, el olor, todo se mezcla, formándose una bola gigante que rueda sin frenos hasta colocarse en medio de tu sexo. Intentas ignorarlo, piensas que es fruto de tanta contorsión, que pronto se irá… aunque, el dedo corazón de tu mano derecha sólo quiere acercarse a ella. Es el único consciente de que esa bola es sangre y aliento perfumado –en todo juego hay un vencedor-.
Te empeñas en ignorarlo, pero sigues comiendo y sigues… hasta que el dedo corazón se apodera de tu cuerpo y ya no puedes más. Ya no quieres comer más, hay demasiada sangre para tan poco cuerpo y tu dedo lo sabe. Lentamente, coges la llave de la puerta de tus pies y la guardas en el bolsillo. Cierra bien, para que sólo entre quien tú quieras.
Ya eres horizontal, pero el vientre te sigue pesando demasiado. Es él quien tiene urgencia esta vez. No pienses y deja que tu cuerpo haga el resto.