lunes, 19 de enero de 2009

Los 20 en La Cartuja

Ahí estaba usted, esfinge etérea de un país que nunca pisé.
Ahí, con el rostro revestido de cristal y con el cuerpo enmohecido
De tantos sueños. Bebiéndose tras las rejas de una ventana
La libertad de una veintena acicalada con una estupidez que...
Que clama a vuestro cielo.
Yo la miré y usted, sabiendo que había descubierto su ingrávido secreto,
Le devolvió su azul entero a ésta que añora
Un tiempo en el que, aun con miedo, se amaba
Y se escudriñaba el suelo con la misma avidez
Con que usted lame nuestro peso.
No se preocupe, no tenga miedo, yo ya soy una tumba.
Puede seguir con su íntimo disfraz puesto; es más, se lo ruego.
Porque usted, espectro de un veinte que nunca fue cuarentón
- más bien un octogenario eternamente muerto-,
Es el recuerdo de lo que jamás hemos sido y
La esperanza de nuestro techo.

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