sábado, 28 de marzo de 2009

(Pervirtiendo un verso)


Podría llorar todos mis poemas esta mañana,
los que he escrito y los que me quedan;
pero tengo demasiado miedo a perderlos.

Son la morfina de mi agonía:
la agonía de recordarte siempre;
la de mi eterna(s) duda(s),
la de tus ojeras
y las mías - aunque no las veas, duelen,
como el surco del agricultor
duele a la tierra-.

Un poema atraviesa mis mejillas empero,
tan arraigado que ya lo tengo en la boca,
consiéndola con tinta transparente y un mar de comas
ovilladas a la almohada que esta mañana sostiene mi cabeza.
desordenándola, averiándola, Acallándola

miércoles, 18 de marzo de 2009

Otra posibilidad

El monstruo de Frankestein no era un monstruo. Sólo era distinto. Víctor, su Dios, su Creador, se recreaba, orgulloso, en la inmensidad de sus miembros, en lo insondable de su inteligencia. Pensaba, con esa torpezaza que caracteriza a los todopoderosos, que la existencia de aquella criatura arretalada era la llave de la eternidad. Él, Víctor, su Dios, su Creador, repudió a su criatura por ser exactamente aquello que soñaba.
Y lo dejó sólo. Desterrado. Otro mesías, otro destierro.
Pero el monstruo que no era monstruo sino distinto, se escondió en un cobertizo lleno de libros, en el que había una puerta que conectaba con el salón de una familia de labradores (o eso creo). Se dedicó a observarlos. En esa casa sólo había amor.
Cuando la familia trabajaba, aprendió a leer con Goethe, con Werther. En esas páginas sólo había pasión, pura y generosa.
Pero los labradores lo descubrieron y también lo repudiaron.

Entonces se dio cuenta de que el amor y la pasión no servían para sobrevivir. El monstruo que no era un monstruo sino distinto, creyó que todo lo que había aprendido era literatura, ficción o mentira; debía probar lo contrario. Venganza y asesinato, fríos.

Según las múltiples leyendas que han perseguido a la pobre criatura, se dedicó a matar a todos los niños de las aldeas vecinas. Los atacaba mientras dormían. Pero no, el monstruo, que sólo era distinto, se rebeló contra su propio Dios, contra su propio Creador. Contra ése que soñaba cambiar el curso del mundo. Lo quiso matar y lo intentó, pero ¿Sabéis qué le dijo a Víctor cuando apenas podía respirar ya? Dijo: "La pureza no se doblega ni por miedo". Quitó sus enormes manos del enjuto cuello del médico, que ya no era más su creador, y se fue murmurando: "sigue anhelando cambiar el mundo que yo seguiré amando".
El monstruo, que no era mostruo sino distinto, se fue a la montaña y se hizo amigo de los lobos.

lunes, 9 de marzo de 2009

Minibinariedades

Un día, uno cualquiera, una niña se despertó con un semáforo dentro. No tenía ámbar, pero cambiaba de color continuamente. Aún no había adelantado la pierna cuando tenía que retrasarla. Era un semáforo maniqueo, absorto en la memoria de unos principios que quizá no tenían finales, mucho menos finalidades. La niña no sabía qué hacer. Por supuesto, sólo pudo contemplar dos opciones: arrancarse la piel entera hasta llegar a las bombillas o ignorar en la medida de lo posible sus mandatos. ¿Cómo iba a deshacerse de lo único que la hacía visible? ¿Cómo estar segura de que el semáforo no iba a terminar por apoderarse de su cerebro, quedándose en mitad de la carretera, sóla ante el peligro, delante de cualquier desaprensivo al que únicamente le importara llegar? Las dudas eran altamente razonables: "mi cuerpo es todo lo que soy y los desaprensivos con prisa son amplia mayoría."
Pensó entonces que lo mejor era replantearse el problema, pero el semáforo, siempre maniqueo, casi fariseo, lanzaba ráfagas de calor que comenzaban a acompasar los razonamientos de la niña con los cambios de luz. Andaba y desandaba cada vez más rápido. El cuerpo se le volvió bicolor e intermitente

“Ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no”.

“Ahora delante, ahora detrás”

“Ahora verde, ahora rojo”

“Ahora soy yo, ahora no”
.
.
.
Desde entonces, la niña sigue ahí, parada en la acera, debatiéndose eternamente entre una idea y su contraria. Sin finalidad; sin final.

Negociaciones estelares


Dame el verdor de tus dientes y regocíjate en mi lengua.

¿No lo ves?

La noche se vuelve omnipresente en esta esquina, privada de tus huellas.
Las estrellas amamantan la perversión de las aceras,
Envidiosas por no poder acariciarse entre ellas.
Están hastiadas de ser sólo luz,
Sin embargo, se contentan con una lactancia lasciva
Que alimenta el calor de nuestro sexo.

¿No lo ves?
¡Nos están guiñando!

Anda, dame el verdor de tus dientes y regocíjate en mi lengua.
Escóndete en el paladar. Da igual: si todo me sabe a ti…
Yo me deslizaré por el tobogán de tu espalda,
Me quedaré dormida en tu cuerpo.
Juguemos y, te prometo, pondré la luna en tu boca
Y una estrella en tu pecho.

¡Me lo están pidiendo!


domingo, 8 de marzo de 2009

Exorcismo epistolar

Cuando abro los ojos tengo miedo. Temo que estés ahí para reprocharme que te haya sobrevivido por fin. Creías que yo era tu estómago y ahora yo se lo regalo a otra, pero tú no estás. Ya no. Y no me siento triste ni culpable. Si tengo que matarte para vivir yo, lo haré. Estoy cansada de agonizar una vez por segundo en tu recuerdo. Exhausta.
Me niego a ver tu figura enjuta sobre el cesto de la ropa sucia. Es demasiado soportar eso cada día. Si no pudiste vivir fue problema tuyo, yo tampoco podía y ahora te asesino con la fuerza de mi voz, tranquila. Sin un ápice de sentimiento más que la felicidad de saber que estoy haciendo lo que debo: obedecer a los designios de mi naturaleza, que es humana. Sobrevivir a toda costa, aunque tenga que quemar el mar.
He roto todas las cartas que no te mandé. He borrado tu ausencia de mi cuarto. Ya ni siquiera eres ausencia. No eres nada, salvo un ataque de justicia vital que me obliga a decirte que fuiste lo mejor que me pasó en aquella época, repito, en aquella época. Tu trasero ahora no es el objeto de deseo de mi deseo, ahora tengo otro pegado a mi ombligo. Uno que puedo estrujar hasta arañarlo. Uno de verdad, no es místico ni trascendental, pero es el suyo. Suyo más que nunca y, gracias a Dios, no quiere ser mío. Sólo quiere acariciarme.
Si de verdad me hubieses amado como creía que me habías amado, como tú me hiciste creer con tu psicosis, habrías hecho de mí una mujer libre, no una mujer culpable. Incluso quisiste ahogarme con piedras y cables ¿Para qué? No lo sé, a veces pienso que querías volverme loca para que no te olvidara. Casi lo conseguiste. Pero fui más fuerte que tú, pude escupir el desaliento de mi garganta, con tus huesos. Todo fuera.
Todo para el pasado, que es donde tienes que estar. El lugar donde tuviste que estar siempre, tomándote tu propio tiempo, tu presente, para aprovecharlo con quien quieras, con quien ahora ames. También tú te lo mereces. Lo bueno del tiempo es que lo transforma todo, como a mí, como al propio tiempo que ayer me parecía idéntico y ahora se me antoja esplendoroso, un abismo lleno de oportunidades.
Ahora tengo vértigo, pero no me importa. Las cosas que más quieres siempre producen vértigo, por eso no me acerqué a ti la primera vez que te vi. Tuve que esperar, tuve que mirarte mucho antes de hablarte, sabía que me iba a perder; y me perdí. En las hojas de tus libros, en tu tocadiscos, en tus manos, en tu boca, en tus ojos...
Pero hoy ya está, todo se ha acabado y las dos somos libres. Tú te puedes ir de mi cuarto, mi memoria te libera, y yo me puedo quedar aquí, o no. Puedo elegir.

El bocado perfecto

Si tienes la luna en la boca,
Cómetela, saboréala, dóblala, envuélvela...
Hasta que la mandíbula te sangre de tanto mascar.
Todo esto en un segundo, la luna sólo se que queda un segundo.

Después, reminiscencias. Vaguedades melancólicas del ocaso.

Si tienes suerte, en sueños recordarás su sabor,
Pero su tacto se quedará dormido, tan dormido como
La seguridad de que la vida ya no es tu vida,
Sino un ágape de amor porfiado,
Contemplado como si no fuera contigo.
Entre una maleta y un nicho. La plata, cemento, los huesos, polvo

sábado, 7 de marzo de 2009

PUNTUALIZACIONES SOBRE UNA PUNTUALIZACIÓN DESPUNTUALIZABLE


Numero los recuerdos porque el tiempo los deshace sin remedio
Oscurezco la razón para darle brillo a la pasión.
Sacudo las mejillas al reír para que tú también te rías
Odio tomarme en serio
Y reniego de todo lo que digo cuando lo hago. Suelo estar borracha.
Unir palabras no es hablar.
No comprendo a los que se enorgullecen de ser los mismos de siempre.
Para vivir no quiero prendas que me atosiguen.
Estoy cansada de los coherentes que no entienden de simplezas.
Raciono cada día mi raciocinio para no morir en el intento de vivir.
Canto todas las tardes para recordar por qué adoro mi humanidad.
Huelo las hormigas de la cocina, porque ellas sí que tienen los pies en el suelo.
Estornudo una vez al día y pienso, es cierto, hay cosas que no se pueden controlar
Reitero lo dicho: hay cosas que no se pueden controlar
Ofrezco lo que soy porque es lo único que tengo.

OTRAS PUNTUALIZACIONES DESPUNTUALIZABLES


Trabajo para no trabajar
Amalgamo todo lo que veo sobre la punta de los dedos
Miro y suelo ver
Pavimento mi cerebro con todo lo que no quiero ser
Oculto mis cicatrices con los dientes
Colecciono silencios para leerlos en la cama
Oso a perturbar mis sueños si merece la pena
Escribo por la mejor razón que existe: porque sí
Silbo cuando camino para darle trascendencia al momento
Tonto el que tenga prisa por llegar.
Uso la primera persona porque es la única persona a la que conozco
Parlanchín, parlanchín, cuidado, que te veo el plumerín
Imagino lo inimaginable porque lo imaginable tampoco me gusta
Dar nunca es un error pero sí robar.
Aplaudo a los cínicos porque de ellos es ya la tierra