domingo, 26 de julio de 2009

Reconociendo a mi Sexi

Aquí estoy otra vez. No os preocupéis por mí: ya estoy a salvo de esos horribles ataques de tedio que me sobrevenían en éste, mi precioso pueblo. Eso se acabó, ahora disfruto de un hiperestable estado profundo de aburrimiento. No penséis que me estoy quejando, no, gracias a 60 euros semanales de conductismo, he aprendido a ver el lado bueno de las cosas y esta cosa lo tiene. Para empezar, los cambios de humor se han esfumado -acabo de señalar lo estable que es mi ánimo-; la simple presencia del implacable Risto Mejide en la Noria de Telecinco, se vuelve un acontecimiento susceptible de mi mayor interés (incluso mandando a callar a mis padres); mi cotianidad urbanita, se convierte en el paradigma de lo que significa "vivir"...
Precisamente esta tarde he tenido una revelación con respecto a esto último. Lo que hace que, desde aquí, ame tanto esa vida es que me he esforzado y no me he rendido. Así que, teniendo en cuenta que mi problema con mi pueblo es, citándome a mí misma, que "él se empeña en ser mío, en conocerme, pero los dos hemos cambiado tanto que no puedo reconocerlo, ni a mí en su mirada", he tomado la decisión de concocerlo y de compartir ese proceso con vosotr@s, si es que existís.
Como necesitaba fumar para poder escribir esto, he bajado a comprar tabaco, tomando el riesgo más grande que una "mujercilla" almuñequera puede tomar: he entrado al Bar de la Chirrina, bar que, por supuesto, tiene otro nombre pero para qué esforzarte en recordarlo si el lugar es de la ilustre familia de los chirrines?. Como decía, es un riesgo. Pertence a esa clase de tugurio pueblerino al que sólo pueden entrar hombres, pero no cualquier clase de hombre,no, cuanto más sucio, borracho, jugador y putero sea, mejor. Y la verdad no me ha decepcionado. Allí estaban los mejores, las instituciones del vicio almuñequero, a saber:
- El Tablas: pintor de brocha gorda cincuentón, de un prometedor futuro en su oficio, desperdiciado bebiéndose y follándose lo que cobra. Por supuesto, tiene deudas, o trampas (empleando el dialecto atóctono), por todo el pueblo, incluyendo a mis padres en su lista de acreedores. Como tengo cierto parecido con mi hermana (aunque ella es más esbelta), en cuanto me ha visto me ha dicho: "Zuzanilla, tú zabes que yo quiero muncho a tu padre, es un tío de puta madre, pero qué le vamos a hacer, no me habla... tú dicecelo". Yo he respondido, "vale, Antonio" y al ver que no le hacía caso, ha añadido lo que no podía faltar tratándose de El Tablas "pero tú eres una hija de puta que no me quiere". Yo le he dado un golpe en la espalda y le he regalado la mía.
Ah, se me olvidaba: sus hijos han heredado el mote: son los tablillas
- El Ramirico (etimo. Ramírez): éste tiene además la característica de ser uno de los tontos más listos del pueblo. Ha destacado por su participación política, en especial, por su apoyo a todo político que le prometiera trabajo. Hace unos años era fiel de Benavides (de quien hablaremos otro día). Por aquel entonces, Benavides pertenecía al Partido Andalucista, partido que, después de la ocurrencia de un concejal en un pleno, pasó a llamarse "Pata pollo", por lo que el Ramirico, cada vez que me veía, extendía su mano cual pata de pollo para saludarme. Así nos reconocíamos entonces. Este hombre me tenía cariño hasta que la oposición le dio lo que quería, así que hoy no existo para él. Apenas esboza un "niñaaaaaaaaaaaaa", cuando me ve. Hoy ni eso (estaba demasiado ocupado cricando a Benavides)
Si queréis descubrir su talento aquí tenéis una muestra:http://www.youtube.com/watch?v=wuFJqn6VVDI
- El Tato: otro borracho oficial donde los haya. Además es primo mío y al cabrón nunca se le olvida, no importa lo borracho que esté, se acuerda siempre. "Primaaaaaaaaaaaaaaaa", me llama con el brazo en alto, "zuzanilla, pa lo que hemos quedao, con lo que tu padre me ha ayudao...¿Tienes un cigarillo, prima?" Siempre la misma escena y hoy no podía ser menos. El Tato, cuenta mi madre: "tenía un puesto mu bonico en el ayuntamiento, pero lo dehó la muher y se echó a perder.
Qué lástima, con lo bueno que era... los más zenzibles, son los que caen" y, teniendo en cuenta que yo caí sin que ella lo sepa, tengo que decir "zí, mamá".
También hay allí una mesa llena de "hombres cazaores", pero son del Rescate y de Torre Cuevas y no sé quiénes son. Consultaré la enclopedia de personajes almuñequeros, esto es, mi padre, Paco Aragón, cuya sabiduría ha pasado al hijo varón, es decir, a Paquillo Aragón.
Mientras esperaba a que La Chirrina, que no sabe que sus gases corporales no tienen por qué ser compartidos por el resto de la humanidad, me dijera si podía sacar tabaco directamente de la máquina o tenía que "darle al aparato", tres o cuatro hombres de entre cincuenta y sesenta años se acercaron a mí sigilosamente, con la mano en el bolsillo, y con la pierna preparada para salir en cuanto yo me acercara a la máquina (que está justo en la entrada). Por supuesto, podía sacar el tabaco directamente -¿qué loco menor de edad va a entrar ahí? Si se sabe pa' qué-.
Y allá voy, entre el humo de los puros, hasta la codiciada máquina. Hago un amago, para ver que pasa, y como intuía, iban a seguirme; lo vuelvo a hacer y otra vez lo mismo... Pero al fin me muevo y uno de ellos se desmarca tranquilamente. Mientras elijo, se rasca la cabeza dos pasos a mi izquierda, pulso el botón y él despega (literalmente) los pies y ahí estamos por fin, yo agachada y él saliedo a la calle rozándome el culo con la bragueta. No podía ser de otra manera, no podía fallarme.
Cuando salí, celebrando la veracidad de mi vaticinio, mi primo, El Tato, se despidió de mí: "Adióoooooooooooo prima".

Baste este relato desordenado por hoy, pero mañana seguiré con más historia almuñequera, con más historia sexitana. Hablaré de Abderramán I uno de los personajes más importantes que han pisado la llamada entonces Sexi,que es también un personaje fundamental en la creación de Al-Andalus; muestra de su sabiduría, es la genialidad de las primeras palabras que pronunció al pisar Sexi: ¡Oh, Palmera!
Por supuesto, tendréis la oficial y la otra, la del Parnaso.