viernes, 16 de diciembre de 2011

Comprar zapatos es tu pesadilla. No hay talla para tus pies, demasiado anchos, demasiado cortos para caminar. Las zapaterías existen para recordarte que tú no debiste venir, estás hecha para expandirte, en horizontal, naciste exiliada de la verticalidad, quizá por la prisa, porque el 600 de tu padre no avanzaba, porque llegaste al paritorio con la cabeza fuera, porque fuiste un accidente, porque tu inteligencia es un milagro porque no abriste la boca, para no beber o para no respirar. Pero estás, lo estás, los números de más de tus zapatillas te delatan: la tela, la suela se te adelanta, 6 centímetros antes que tú. Estiras…estiras los dedos, y la planta se ensancha, dos centímetros más de presencia para el futuro, con los cordones rotos, llenos de nudos, como una red que has tejido sin querer, porque quizá sí bebiste y atrofiaste tu capacidad de anudar las cosas, otro exilio, otro atajo confinado.