martes, 16 de diciembre de 2014
lunes, 10 de noviembre de 2014
Notas emigrante VI: génesis
Está oscuro pero aún
son las once de la mañana. Quizá es sábado o domingo, por qué ibas a estar aquí
si no. No sé qué estoy haciendo debajo de la cama de tus padres pero aquí estoy.
Tumbada y esperando. El suelo no está frío, o tal vez sí, el frío siempre me ha
gustado. Ya estás aquí, estoy segura porque veo tus pies y tus calcetines
blancos.
Tengo cinco años, tú
dieciséis pero a mí pareces un hombre. Mi hermana es ya una mujer, mamá no
deja de repetírselo. “Tienes 16 años, ya eres una mujer hecha y derecha”. Creo
que es verano por dos razones: por encima de la pletina de los calcetines, se
te salen los vellos, negros y largos, así que estás en bermudas; además hay un
enchufe antimosquitos encendido. En casa no tenemos, son demasiado caros.
Miro a mi derecha y me
doy cuenta de que estás a mi lado. Cara a cara. Me haces cosquillas; yo me río.
Tú me chistas para que no nos descubran; yo no sé qué es lo que hay que
descubrir. Pero como me haces reír, te hago caso y callo. Además, soy
consciente de que sólo con una mano puedes aplastarme la cara ¿Por qué se me
ocurre esto de repente?
Me pides que mire lo
que tienes debajo y obedezco. A los mayores hay que obedecerlos, como a mi
hermana cuando me lleva a la playa. En comparación con los niños del cole,
tienes un pito enorme. Y no sólo eso, además crece a cada segundo, casi con la
misma rapidez que tu sonrisa se retuerce. Pareces muy fuerte, si quisieras
también podrías aplastarme la cara con él. Me pides que te lo toque pero no
quiero. Te miro con seriedad y te lo niego con la cabeza. Sé que hago mal, pero
me da miedo, aunque no pueda dejar de mirarlo.
Dices que no puedes
más, que sea buena y me vuelves a hacer cosquillas. Yo vuelvo a reír y tú te
acercas para quitarme los pantalones. El suelo sigue sin estar frío o sí. Quieres
que sea buena y lista, quieres enseñarme cosas que casi ninguna niña de mi edad
sabe. A mí los ojos se me salen de las órbitas y asiento. Ahora soy yo la que
se acerca. Tu cosa señala a tu ombligo. Me coges una pierna y me la subes a tu
cintura. Respiras muy fuerte y me aclaras que eso es bueno.
Tu cosa está ahora
entre los labios de mi cosa. Te mueves de arriba hacia abajo. A mí me da
calambre pero creo que me gusta. Está muy dura y tu respiración se acelera y es
muy ruidosa. Tienes la mirada perdida y me asustas. Escucho algo, una voz a lo
lejos, pero tú no estás aquí, conmigo, como antes, estás en otro lugar. La voz
cada vez está más cerca. Quiero irme, intento bajar la pierna pero a pesar de
la distancia a la que aparentemente estamos, aún sabes que estoy ahí y me
aprietas el tobillo con tanta fuerza que me haces daño.
Es tu madre. Intento
convencerte de que me dejes amenazándote con que nos van a descubrir. Nada
parece hacer efecto. Las zapatillas de casa de tu madre están muy cerca, las
escucho andar por el pasillo, acompañadas de gritos que llevan tu nombre. Te
muerdo para que me dejes. Por fin. Los pies de tu madre ya están aquí, en la
puerta del dormitorio. Como había supuesto, era cierto que tu mano es más
grande que mi cara. Qué lista soy. Y tú qué rápido, ya te has tapado con la
mano izquierda.
Aunque
os empeñéis tu madre no es tonta y sabe que estamos aquí. No para de dar
vueltas por la habitación. Ella usa los mismos calcetines que tú, pero no tiene
tanto vello, aunque sí un par de cicatrices. Detrás de sus pies, está el
enchufe para los mosquitos ¡¡¡Yo quiero uno!!! Apenas puedo respirar, me
presionas demasiado. Muevo el pie y se oye un ruido.
Las rodillas de tu
madre ya están en el suelo. Tiene la bata de casa puesta. Ahora viene un rulo.
Rosa fluorescente. Nos ha visto. Escondidos. No puede hablar. Se queda
mirándome fijamente. No eres tan rápido ni yo tan lista. Tengo las bragas
bajadas. Me da vergüenza. Me las subo y salgo corriendo. Ellos se quedan allí,
como dos estatuas.
Corro. Cierro la
puerta. Subo las escaleras y toco al timbre de casa. Mamá me abre. Entro a la
cocina y enciendo la televisión. Aún no sé que siempre tendré miedo.
domingo, 2 de noviembre de 2014
Notas V: El emigrante
Como
todos los emigrantes, Papá no quiere marcharse. Está sentado en la silla de
ruedas junto a Mamá. Ella con la boca apretada, mirando al frente, él con el
labio descolgado y la mirada perdida. Mamá le coge la mano y se aprieta
contra él como nunca había visto ¿Sospecharán algo? ¿Sabrán que está a punto de
venir un médico para decirnos que ya ha acabado de acabar todo? ¿Imaginarán
que por primera vez en sus vidas están obligados a rendirse? No lo sé, en
cualquier caso yo me rendí hace semanas.
Ángela S. Aragón |
Ahora
mismo creo que ElHombredelaSilladeruedas no es mi padre. Tiene su cuerpo, al menos se parece, pero
Papá es algo más que esa masa de carne deshinchada. Papá opina sobre cualquier
tema y, según él, tiene razón siempre porque “cuando yo digo algo es porque
llevo razón”. Papá es un señor que hace chistes sobre todo excepto cuando se le
lleva la contraria. Papá me pide que le peine cuando está nervioso. Papá lee
todo lo que encuentra. Papá se siente desubicado en este tiempo así que ve
películas y series de época, de la suya. Papá se escapa siempre que puede para
fumar. Papá me dice “chiquituza” mientras me atusa el pelo y busca a mis
hermanos para discutir sobre negocios. Papá me manda a por agua y habla con los
médicos cuando tardan demasiado. Papá siempre tiene hambre. Es imposible que
Papá esté con la boca abierta, con la mandíbula desparramada y callado. Eso no es
Papá, es un corazón y dos pulmones que late y respiran en su cuerpo, sólo eso:
dos pulmones y un corazón.
Mamá
se abraza él como nunca. Dos pulmones y un
corazón es suficiente para ella: Mamá sí lo reconoce, ella sí lo ve. Cuando se
acurruca con él, se amodorra con su pasado y arrulla el milagro químico: el
milagro de la mejoría inesperada, la noticia en el telediario, el espacio
optimista en el Programa de Ana Rosa, su futuro protegido a la sombra de su marido,
de su hermano. Mamá está pálida, aunque como siempre que está descompuesta,
tiene dos pequeños rosetones rojos en los pómulos que acentúan aún más su
palidez. Su descomposición es un instinto, no un pensamiento racional. No
quiere pensar que los dos pulmones y el corazón dejarán de insistir. Ha
decidido que esa posibilidad no existe o, mejor aún, que va adosarse al
HombredelaSilladeRuedas y va a dejar que las cosas pasen, sin que su voluntad
interfiera en nada distinto a la caricia y al cuidado.
Jamás
los vi acariciarse hasta ahora, quizá éste sea el recuerdo más cariñoso que me
quede de Papá y Mamá. Sí, no recuerdo otro momento más cariñoso que éste. Lo
registro para que no se me olvide, seguro que algún día tendré que recurrir a
esto, pienso, para recordar que Mamá sí quería a Papá, que detrás de todo, de
tanto insulto y tantos golpes encima de la mesa, había algo bello.
lunes, 13 de octubre de 2014
Mi primer poema es un algarrobo y un vomito plateados
Sylvia Plath
-encuentro casual, las únicas mujeres de la cena-
El segundo, un encargo de un gordo cebado con hormigas
Una pregunta a un anciano en el que ya no creía
-el primer recurso estilístico de la Historia-
El tercero, pura masturbación o masturbación pura
Cuerpo deforme
-pronombre apoltronado-
El cuarto...con mucho, mi mejor silencio
H
-salud-
El quinto... está por verse
Equi(s)distante
-más grasa, mejor amor, más muertos-.
Sylvia Plath
-encuentro casual, las únicas mujeres de la cena-
El segundo, un encargo de un gordo cebado con hormigas
Una pregunta a un anciano en el que ya no creía
-el primer recurso estilístico de la Historia-
El tercero, pura masturbación o masturbación pura
Cuerpo deforme
-pronombre apoltronado-
El cuarto...con mucho, mi mejor silencio
H
-salud-
El quinto... está por verse
Equi(s)distante
-más grasa, mejor amor, más muertos-.
jueves, 2 de octubre de 2014
A mi compañera le gustan las canciones alegres.Yo quisiera escribir para ella pero no me sale:La alegría y mi sintaxis son dos líneas paralelas,Ni tienen el mismo centro, ni mucho menos llegan a tocarse.Mi optimismo se reduce al acto de escribir.Afortunadamente la vida es otra cosa: es carne, es saliva, es lamerle las verdades,Tragarme sus mentiras.Por suerte puedo lavarle las bragas, incluso cuando la menstruaciónha oscurecidoEl fondillo.Se las lavo mientras escucho hits de las radiofórmulas, feliz.
La intimidad es sucia y me gusta así.
Pero a ella le gustan las canciones alegres y a mí…a mí no me salen.Desde antes de crecer mi mirada es seria,Mi entrecejo arrugadoMi sonrisa aciagaY mi discurso difusoOMacilento.Antes de que me dieran el segundo beso ya me parapetaba en los márgenes.
A ella le gustan las canciones alegres,a mí lavar su ropa interiorSucia. Feliz
lunes, 29 de septiembre de 2014
domingo, 21 de septiembre de 2014
Como una perra
Si alguna vez me abandonas como a una perra, es porque antes
me habrás alimentado, acariciado, lavado, besado...
para paliar tu soledad o para satisfacer tu capricho pero
no porque me hayas abandonado:
entonces, yo seré una perra y tú te descubrirás bestia.
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