miércoles, 7 de enero de 2009

PARECÍA MENTIRA Y...LO ES


No sé si lo habéis leído en los periódicos o visto en los telediarios, pero ha aparecido un documento que “va a cambiar el curso de nuestra historia”. Un documento que invalida tantos siglos de represión y de odio por parte de la Iglesia Católica. Es una carta redentora de una mujer que se inventó una mentira para salvar su pellejo. Se trata de una carta que la anteriormente conocida como Virgen María, escribe a su marido en su lecho de muerte que, al parecer, no llegó a sus manos.
El texto dice así:
Querido José, hijo de Abraham o de David (ya sabes que soy muy mala con los nombres):
Te escribo para pedirte perdón por todos estos años de ausencia, navegando de un lugar a otro; también te quiero pedir perdón por no haberle recordado al niño que te hubiese escrito más a menudo… Estábamos tan ocupados… Pero hay algo que no me deja morir en paz, a veces pienso que no me iré de este mundo hasta que no te diga realmente lo que pasó con Jesús, hasta que no te confiese que te mentí.
¿Recuedas a Jacob? El herrero que trabajaba al lado de tu carpintería. Siempre me piropeaba y yo no tenía fuerzas para reprenderle. Era tan guapo, José… ya sé que estaba lleno de grasa todo el día y que apenas iba a las termas pero… era eso mismo lo que me atraía de él. Era justo lo contrario a ti, era salvaje. Ninguna mujer se le resistía, de hecho, siempre se hablaba de eso en el mercado.
Sólo recibía por respuesta mi coquetería pero nunca le dije ni una palabra, te lo prometo. Quizá fuera eso lo que hizo que su deseo aumentara, porque, ya te digo, no estaba acostumbrado al rechazo de una mujer. El caso es que su desesperación por tenerme llegó a tanto, que una tarde me cogió por la cintura y me encerró en la habitación de las herramientas. No te puedo engañar, en cuanto lo tuve tan cerca con esos músculos, esas venas saltadas, ese pelo moreno rizado rozándome la tez mientras me sujetaba el rostro con su mano, atrayéndolo hacia su boca… no pude aguantar, José, se me fue la cabeza. Estaba tan excitada que ni siquiera sufrí cuando perdí el virgo. Éramos dos animales poseídos por el demonio. Aquella noche me olvidé de ti y lo que es peor, me olvidé de Jehová.
Nunca más volvimos a yacer. Él consiguió lo que quería y yo estaba demasiado asustada.
Cuando me enteré de que estaba embarazada, fui a ver a mi prima Isabel. En cuanto me vio aparecer, supo que había hecho algo mal. Desde pequeña, cuando hacía una travesura iba a verla. Era una mujer muy culta, tanto que entró en el convento sólo para poder seguir leyendo, y sus lecturas siempre me proporcionaban una salida.
Cuando le conté lo que estaba pasando, me contestó que aquello tenía difícil solución:
- A grandes males, grandes remedios. Dile a tus padres y a José que el niño que estás esperando es el Mesías y que yo te lo he confirmado porque un ángel me visitó anoche para anunciármelo. Diles que vengan a verme mañana, para entonces yo habré hilado perfectamente la historia.
- ¿No te parece un poco descabellado? ¿No sería mejor decirles que un campesino me violó en el río cuando fui a lavar la ropa?
- Eso sólo desatará sangre –pobre prima, si hubiese sabido lo que iba a pasar 33 años después…- Lo mejor será esto. Ellos siempre dicen que eres muy especial y con lo religiosos y orgullosos que son tus padres y lo simplón que es José, seguro que se lo creen. Confía en mí, primita. Eso sí, al niño hay que decirle lo mismo. Tenemos que seguir con esto hasta el final.
Y así lo hice y, José (Hijo de Abraham o de David), os lo creísteis.
De lo que sigue después algo sabes, pero no todo. Si te preguntas cómo llegaron a Belén aquellos reyes, no tengo respuesta a eso pero, la verdad, sus regalos no sacaron de más de un apuro. Los pastores me contaron que había llegado porque al ver a estos tres reyes, decidieron seguirlos y hacer lo mismo que ellos; y fue ahí donde comencé a propagar la historia. Yo fui quien les dijo a todos que Jesús era el Mesías.
Desde que era un bebé le leía las cartas de mi prima a Jesús, así que en cuanto comenzó a escribir él mismo decidió mantener contacto con ella. Te juro que fue él solo. Isabel le contaba los entresijos del convento y por qué los romanos lo estaban destrozando todo. Si hubieses leído aquello, una no sabría quién era más brillante. Los dos eran tan humanizadores, tan coherentes, tan geniales… Así fue cómo Jesús construyó su manera de entender el mundo.
De este modo, Jesús se convirtió en lo que fue. Además, llegó un momento en el que a fuerza de tanto repetirle que él era el Mesías, yo misma me lo creí un poco. Por otro lado, lo que predicaba tenía tanta fuerza y era tan transformador que ni pude ni quise pararlo. Pobre, mi hijo.
Se fue de nuestro lado para crear un mundo mejor y se lo permití porque creía en él. Quería un mundo de Amor y Comprensión y pensé que él sí podría hacerlo, José. Después, cuando casi consiguió ser el Salvador que él ser, no lo dejaron. Tuvieron que matarlo como matan a todos los grandes. Yo no pude advertirle de mi mentira, y aunque lo hubiese hecho, no me hubiese creído. Jesús, al escuchar su propia conciencia creía estar ante la voz del Creador. Me habría tomado por loca o, pero aún, hubiese pensado que estaba poseída por el Diablo.
Cuando todo terminó, los once estaban tan metidos en su palabra que los animé a seguir trabajando por y para ella. Magdalena, en su pena, decidió refugiarse en un pueblito para vivir eternamente con su recuerdo. Se amaban tanto…Pobre, mi hijo y pobre ella.

Aquí tenéis la historia de una mujer moribunda que pensó que, a pesar de ser todo una mentira, su hijo podría salvar el mundo con Amor y Comprensión. Me es imposible omitir mi certeza de que los creyeron en él como Mesías prostituyeron su mensaje, por miedo precisamente a la libertad que engendraría un mundo como el que quiso el que comenzará a llamarse desde ahora “El Gran Pensador de Nazaret” o el “Nazareno de la dulce esquizofrenia”.

3 comentarios:

vans dijo...

Algo así no se puede sostener en pie...

Buen artículo, sí señora...

Besines!!

María dijo...

Pues, sabes qué? Que yo creo que no es tan descabellado, y por qué no? Cosas más lejos habría.

Qué tal el regreso de "los otros"??

Un beso,
María.

Anónimo dijo...

Ya tenía curiosidad yo por las historias de la Biblia, leve recuerdo de mi época creyente y con esta sátira sin duda lo has reavivado.
Y Moisés?