martes, 19 de junio de 2012

Pollo, tampones y libros

Hoy me he dado mi lujo mensual: me he comprado dos libros. Los dos estaban escritos por autores de habla no hispana (no sé por qué esa coletilla me hace gracia), así que el libro de bolsillo no era una opción,las traducciones suelen ser más bien de papelera que de bolsillo. Total, entre los dos libros me he gastado 50 euros. Evidentemente, si comparo esos 50 euros con la suma de lo que me gasto en....a ver...¡ah sí! en pechugas de pollo, avíos para el cocido gracias al cual como dos veces en semana, pasta, arroz y algún pescado de piscifactoría que otro... en compración con esto es qué ¡Nada! Si lo piensas bien, es una cuestión de prioridades, uno decide gastarse el dinero en lo que quiere. Vaya, se me olvidaba ¡ De todo lo que he nombrado lo único que me pago yo son los libros! El resto va a la cuenta de mi madre. También se me olvidaba que los 50 euros son los ahorros del mes, de lo que consigo guardar de mi prestación de paro, ah no, de ahí tampoco, porque no he cotizado nunca... ya, me acuerdo, es lo que consigo juntar de alguna que otra clase de apoyo. Jo, van a tener razón, vivo por encima de mis posibilidades, en vez de comprar libros tendría que estar rumbo a Londres, por ejemplo. El vuelo es barato y dicen que los puentes allí no tienen goteras así que... El caso es que ahora que tengo la memoria fresca, me acuerdo de una profa que tuve en primaria. Decía que la cultura es poder, o eso creí escuchar, ahora que he despertado de esa amnesia, estoy más por la labor de pensar que quizá lo que dijo es "la cultura es del poder, ahora puedes acercarte a ella porque te la prestan para que juegues con ella, pero, no te olvides Ángela, lo que se presta es de Huelva, es decir, se devuelve cuando el dueño real se aburre de ser bueno, o ha encontrado un amigo más guay". Eso creo que me dijo, o eso me tendría que haber dicho o eso tendría que haber pensado yo. Si lo hubiérmos hecho cualquiera de las dos, a lo mejor no estaría viviendo por encima de mis posibilidades cuando me compro un libro. Me habría quedado con el negocio familiar, levántandome a las siete de la mañana y acostándome a las doce de la noche de lunes a sábado. Los domingos aprovecharía para revisar los libros de cuentas y, con la fuerza de voluntad que me caracteriza, podría leer una o dos páginas antes de quedarme dormida en el sofá a las diez de la noche ¡Una o dos páginas, pagadas y bien pagadas! Bueno, la verdad, no hay razón para tanta exclamación ¿no? ¿Dónde quedaría el placer? Quizá, pienso ahora, hemos hecho las cosas al revés, quizá lo que tiene valor no debería costar dinero, no lo sé, o al menos debería tener un precio de producto de primera necesidad, como las compresas, los támpax, el pollo o el papel higiénico pero no puedo evitar sentir cierta tristeza al hacer la comparación, a pesar de parecerme justa; y tampoco he podido evitar sentirme culpable esta mañana al gastar 50 euros que no tengo, 50 euros que debo a mi madre y al Banco que me dio un préstamo para hacer un Máster que probablemente no me valga para nada, por no descargarme un pdf por el que me sentiría igualmente culpable y que además me produce migraña. Quizá lo mejor sería dejar de ser una cristiana laica y cagarme en mi conciencia, como todo el mundo.

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