Me espanto porque me muero y
me muero porque me espanto
de ver tus ojos en la espiga seca,
parda por humildad,
brillante tu mirada por necesidad;
y entre la espiga y el cielo,
mar redondo de paralela techumbre
e inmisericorde mansedumbre.
Tú y yo estamos bajo el mismo techo:
tú buscas trigo en la arena,
yo un adversario
cuyo ocaso reverdezca nuestras eras,
sin pálido grano que mutile tus niñas refulgentes.
Brillo verde por ser verde
Tú buscas y encuentras, aunque sea árido el desubrimiento,
yo busco y sólo un par de visillos opacos hallo,
con vestigios de gesto inconexos.
Me muero porque me espanto y me espanto porque me muero
de verte a ti aguijoneado y muerto
y a mí,
callada escribiendo.
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